Capítulo 24

24. MALOS AUGURIOS Y CRUELES DESTINOS

 

Marianne salió de su habitación antes de las 7 de la mañana y vio que el pasillo seguía vacío y silencioso; sus compañeras de piso seguían dormidas. En vez de entrar de nuevo a su cuarto, decidió dar una vuelta por ahí para hacer tiempo. Llegó al ascensor y vio de reojo la puerta corrediza de cristal que llevaba al balcón y mientras esperaba que el elevador llegara hasta ella, terminó optando por salir. De ese lado alcanzaba a verse el mar, que parecía un lago quieto y cristalino. La brisa era sutil y refrescante, trayendo consigo el aroma del océano. Dio un suspiro y se apoyó sobre la barandilla, sintiéndose por primera vez relajada desde que habían llegado. No sabía a qué atribuírselo, quizá a que habían superado el primer juego con éxito, que no habían tenido más dificultades desde que llegaron… Que Demian había vuelto y parecían haberse aclarado algunos malentendidos…

Sacudió la cabeza tras aquel último pensamiento. No tenía idea de dónde había salido. Sí, habían limado asperezas, y podían ya volver a tratarse como antes, ese no era motivo para ponerse a suspirar. Trató de despejar la mente de cualquier pensamiento y tan solo admirar la vista del amanecer ante ella. Estuvo así por unos minutos cuando sintió de pronto que algo le caía en la cabeza.

—…Auch —murmuró, palpándose con la mano y sintiendo algo pequeño y duro entre los dedos. Un guijarro—. Pero ¿qué…? —Otro más cayó sobre su cabeza y levantó la vista. Un par de ojos oscuros la observaban desde el balcón de arriba con una sonrisa de diversión—. ¡Muy gracioso!

—Has despertado muy temprano.

—Yo podría decir lo mismo —replicó ella con el ceño fruncido. Dreyson hizo un ademán en señal de que esperara y de pronto se colgó del balcón, sujetándose del barandal, y se soltó hasta caer sobre sus pies frente a ella, que lo miró con una ceja alzada—… ¿Te has vuelto loco o solo intentas impresionar?

—Aunque fuera así, estoy seguro de que no funcionaría contigo —dijo él, apoyándose de la baranda a su lado y contemplando también el paisaje.

—Me alegra ver que por fin lo estás entendiendo —respondió ella, apartándose un paso para imponer su distancia.

—Hoy es la competencia de Tae kwon do y quiero que vayas a apoyarme —dijo él muy seguro de sí y ella volteó incrédula.

—¿…Perdón? ¿Se le ofrece algo más a su majestad? ¿Quiere que le seque la frente cada que termine un enfrentamiento y que arroje pétalos de rosa a su paso? —replicó Marianne con sarcasmo.

—La idea no me desagrada del todo, pero con que estés ahí me basta. Tener algo de apoyo no me vendría mal.

—No sé si has estado viviendo en otro mundo, pero me parece que has conseguido mucho apoyo desde que empezaste con tu campaña por el cambio.

—Pero quiero que seas TÚ la que vaya —insistió Dreyson, volteando hacia ella con expresión resuelta—. Fuiste la primera persona que me brindó ayuda desinteresada al llegar y lo más parecido a una amiga.

—No te atrevas a usar el chantaje emocional conmigo —repuso ella, entornando los ojos y dándose de pronto cuenta de algo—. Espera… ¡entonces sí recuerdas nuestro primer encuentro! —Dreyson sonrió a manera de confirmación y ella emitió un gruñido exasperado—. ¡Lo sabía! ¡Solo fingías no recordarlo! ¡Te portaste como un patán cuando yo solo intentaba ayudar!

—Estaba a la defensiva, no puedes culparme por ello —se justificó él, aunque ella todavía se crispaba al recordarlo—. Nunca me he sentido cómodo entre las personas. La gente siempre me inspiró rechazo.

—Pues últimamente lo disimulas muy bien.

—Supongo que puedes culparte por eso —espetó él con una media sonrisa que a ella de inmediato le hizo pensar en Demian, por lo que desvió rápidamente la vista sintiéndose turbada. Él pareció satisfecho con su reacción y se apartó del balcón—. La competencia inicia a las cuatro. Te veré ahí.

—¡No dije que iría! —replicó ella, pero él ya estaba cerrando la puerta deslizante y sonreía de forma confiada a través del cristal. Lo único que le quedó por hacer fue dar un resoplido de frustración y permanecer un rato más en el balcón, tratando de arrancar de su mente la imagen de Demian sonriendo de esa forma—… Pero qué estupidez.

Minutos más tarde regresó al pasillo y vio que las chicas ya estaban fuera de sus habitaciones, vestidas con sus prendas más frescas.

—¿Piensan ir a la playa?

—Aprovecharemos el viaje. La competencia de natación será muy cerca de la playa —explicó Lucianne.

—¡Tenemos que ir a apoyar a Samuel! —exclamó Angie, sacando de su pequeño bolso unos banderines con su rostro y nombre.

—Y a Addalynn. También ella participa —añadió Lilith a manera de recordatorio y el entusiasmo de Angie pareció mermar.

—…Ah, sí, claro. Ella también —repitió Angie y Marianne miró por detrás de ellas.

Addalynn salía de su habitación llevando puesto un sencillo vestido blanco de algodón que la hacía lucir casi etérea, como un ángel… que es lo que era después de todo. Casi le parecía ver y escuchar las expresiones de admiración de todos en cuanto bajaran al vestíbulo. Se preguntaba si eso se debía realmente a su condición y si a veces deseaba no ser lo que era para evitar la atención indeseada. Al menos Samael parecía indiferente a este hecho… si es que lo notaba siquiera.

—¿Nos acompañarás a la playa? —preguntó Marianne cuando pasó junto a ellas.

—Iré al centro deportivo. Haré calentamiento hasta que empiece la competencia —respondió Addalynn sin detenerse siquiera. Las chicas tan solo intercambiaron miradas ante su rechazo y tras encogerse de hombros, decidieron seguir con sus planes.

En el vestíbulo se encontraron con Samael y Frank apuntándose en una lista de la recepción mientras observaban la aglomeración de chicos reunidos en el recibidor.

—¿Vieron ya si Mitchell anda rondando por ahí con otra nueva apariencia para despistarnos? —preguntó Marianne mientras firmaban la lista de salida; en ese momento vieron una cara familiar aproximándose a ellos con una gran sonrisa.

—¡Hola! ¡Estaba buscándolos! ¡¿Pueden creerlo que esté aquí?! —Vicky los saludo con exacerbado entusiasmo y Marianne soltó un bufido de hastío.

—Esto ya es el colmo —musitó ella, tomándola por los hombros al tenerla enfrente y comenzando a sacudirla—. ¡¿Acaso no tienes límites?! ¿Qué te hizo pensar que esto sería buena idea? ¿Sabes lo que sentirá Demian si te llega a ver?

—¿Por qué estás sacudiendo a mi hermana? —preguntó Demian, apareciendo unos pasos detrás de Vicky mientras cargaba con una maleta. Marianne pareció confundida al principio, hasta luego soltar a una Vicky medio inconsciente y apartarse de ella de un salto, levantando las manos al aire.

—Lo… lo siento… Pensé que…

—¿Qué haces aquí? —preguntó Angie, sorprendida ante su aparición, y Vicky se sostuvo la cabeza como si eso evitara que el mundo diera vueltas.

—Convencí a mi hermano de que me trajera. Prefiero perder clases que perderme la oportunidad de apoyarlos —respondió ella alegremente como si nada. Los demás continuaban escépticos y confundidos, como si se hubieran perdido de algo importante en el lapso de unas cuantas horas.

—Oficialmente tomó un avión para llegar aquí sin pensar en las consecuencias… por si alguien pregunta —aclaró Demian mientras Vicky parecía repleta de energía, y Lilith volvía a encogerse ante su presencia.

—Bueno, yo debo ir al centro deportivo. Supongo que los veo ahí más tarde —se despidió Samael, llevándose un bolso deportivo al hombro.

—¡Por supuesto! —dijeron Vicky y Angie al mismo tiempo; la primera rio ante la coincidencia y Angie se puso roja.

—¡Oh, por dios, ¿realmente estás aquí?! —La voz de Kristania se escuchó desde el otro extremo del vestíbulo, haciendo gala de sus ojos de rapiña que solo veían lo que era de su interés. Desafortunadamente, eso significó tenerla pegada a ellos muy a su pesar, y tener que cuidar lo que dijeran.

Kristania no dejó de hablar en ningún momento mientras se dirigían a la playa cerca del centro deportivo y todos parecían ya hartos. Se refugiaron del sol en una especie de quiosco y mientras Vicky escuchaba atentamente todo lo que ella decía, le llegó de pronto un mensaje de texto. Al mirar su celular, vio que se trataba de un mensaje de Demian, a pesar de encontrarse a pocos metros de distancia, y le pedía que buscara una excusa para alejar a Kristania de ellos por unos minutos.

—¿Sabes qué me gustaría? —decidió Vicky interrumpirla—. Remojar los pies en el agua, hace mucho que no voy a la playa y sería un desperdicio no hacerlo. ¡Ven conmigo!

—Pero… ¿no vienen los demás también? —preguntó Kristania confundida, aunque en realidad su mirada estaba fija en Demian.

—¡Que nos alcancen cuando estén listos! —replicó ella tras quitarse las sandalias y tirando de ella hacia la orilla del mar, dándoles a los demás un momento de respiro.

—¡Creí que nunca se iría! —exclamó Frank echando la cabeza hacia atrás con hastío.

—¿Creen que Vicky acepte sacrificarse de esa forma de aquí en adelante? —preguntó Marianne con un suspiro y de pronto calló. Un grupo de chicos había ingresado también en la playa y rápidamente iban dispersándose en pequeños grupos. Todos traían bolsas con el escudo del libro abierto y el sol saliendo entre sus hojas—… Son ellos.

Todos los observaron atentamente, tratando de decidir qué hacer a continuación, hasta que Frank se enderezó y comenzó a encaminarse como si nada hacia uno de los grupos.

—Vigilaré a los que están colocando la red —decidió Frank, dedicándole una mirada a Lucianne como invitándola a acompañarlo y ella finalmente lo siguió.

Había otros tres que se dirigían hacia el mar mientras que el resto se había instalado en un quiosco cercano al de ellos.

—…Creo que lo de remojar los pies no suena tan mal —dijo Lilith, decidiéndose por los que se habían marchado a la orilla y con una mirada le indicó a Angie y Belgina que también la siguieran; Angie le siguió la corriente, pero cuando Belgina pretendía separarse de la valla de contención, Marianne la detuvo.

—Podrías intentar escuchar algo de lo que pasa aquí al lado —susurró ella con un leve movimiento de cabeza para señalar a los chicos del otro quiosco.

Belgina volvió a su posición junto a Marianne y Demian, consciente de que la intención de Lilith era dejarlos solos, pero hizo lo que Marianne sugirió y se concentró, agudizando el oído para captar únicamente lo que sus vecinos decían.

—Entonces… decidiste finalmente hacerle frente a Vicky —comentó Marianne tras varios minutos en silencio.

—Algo así —respondió Demian—. No lo tenía planeado, pero resultó lo mejor para los dos.

—Me alegra que al menos eso se haya resuelto para ti.

—Un problema menos, me quedan 99 más —respondió él a modo de broma.

Belgina se mantenía a un lado y en silencio, atenta a la plática del quiosco vecino, pero al no captar nada de relevante, optó por intentar relajarse y dejar todo el drama atrás. Miró alrededor con un suspiro y alcanzó a ver a los demás siguiendo a los chicos que vigilaban y aprovechando para remojar los pies a orillas del mar y a demás gente disfrutando de la playa sin prestarles atención. De pronto un destello rojo captó su atención. Había una figura que parecía mirar en dirección a ellos desde el muelle.

A pesar de la distancia alcanzó a notar que se trataba de una silueta alta y de voluminoso cabello, aunque con el sol a su espalda le era imposible distinguir sus facciones. Temió que pudiera tratarse de Mitchell con su nuevo “disfraz”, pero al ver que otra figura más pequeña y menuda se le unía, se sintió inquieta. Podía ver ambas figuras recortadas por el sol con la brisa agitando su cabello, la más alta que parecía tener una mata naciéndole de la parte superior de la cabeza y la más pequeña con el viento haciendo revolotear una trenza a su espalda.

Pronto la inquietud dio paso a la ansiedad y a una angustiosa sensación de dejá vù, no por ese momento, sino por la figura menuda contra el sol. Le recordaba algo, le recordaba a alguien… una pesadilla recurrente, un grito y la oscuridad cerniéndose sobre el mundo. Se apartó de la valla de un salto con la respiración acelerada y tanto Marianne como Demian voltearon hacia ella, sorprendidos ante su repentina reacción.

—¿Belgina? ¿Estás bien? ¿Qué ocurre? —preguntó Marianne.

—…Ahí —dijo Belgina, señalando con un dedo tembloroso—… Nos estaban observando.

Tanto Marianne como Demian voltearon al sitio que les señalaba, pero no vieron nada fuera de lo común, el lugar estaba vacío.

—Pues a no ser que se hayan aventado al mar, no veo a nadie —dijo Marianne cubriéndose del sol con la mano.

—Eran dos, estoy segura. Miraban hacia nosotros y…

El grito, la oscuridad cayendo… No había forma de explicarlo sin parecer que sufría un episodio paranoico tras la situación reciente con Mitchell.

—¿En qué parte estaban? —preguntó Demian, tomándoselo muy en serio.

Belgina volvió a señalar el lado que quedaba justo por encima del punto en que la playa convergía con el mar. Una farola se alzaba en ese mismo lugar, pero no había ningún par de figuras apoyándose ahí. De todas formas, Demian decidió ir a echar un vistazo mientras los demás iban regresando con expresiones confusas por su repentina marcha.

—¿Hubo algún problema? —preguntó Vicky, mirando con ansiedad hacia el punto donde había ido su hermano, temiendo que hubiera habido algún nuevo malentendido.

—Belgina dice que dos personas nos observaban en el muelle —explicó Marianne—. Demian fue a ver si encontraba algo.

—¿Están seguros de que no era Mitchell en su fase de acosador? —comentó Frank.

—¿Escuché que mencionaran a mi hermano? —preguntó Kristania, acercándose de último.

—Solo decía que ya va siendo hora de tomar el video del día para enviárselo a Mitchell y atormentarlo un poco más por no haber podido venir. ¿Quieres hacer los honores y enviarle unas palabras de desaliento? Estoy seguro de que te saldrá natural —se corrigió Frank de forma casual y Kristania tan solo puso los ojos en blanco.

—No había nadie cerca, aunque detecté… una que otra huella —dijo Demian al regresar y corrigiendo lo que estaba a punto de decir al ver que Kristania estaba ahí.

—¿Qué tipo de huellas eran? —preguntó Marianne.

—¿Por qué están tan interesados en unas huellas? —preguntó Kristania, frunciendo el ceño al sentir que era la única a la que nada de aquello le parecía tener sentido.

—¡…Ah, ya falta poco para la competencia de nado! —intervino Angie antes de que Kristania hiciera más preguntas—. Deberíamos ir a ocupar lugares.

Mientras se encaminaban para evitar más preguntas de Kristania, intercambiaron discretamente notas sobre los chicos que estuvieron vigilando, pero no habían encontrado nada en concreto. Esperaban tener más suerte en el resto de las competencias.

 

En el centro deportivo, Addalynn estaba lista ya con su traje especial de natación, sentada en la piscina de práctica con los pies en el agua mientras esperaba a que empezara la competencia en la alberca principal. Samael se le unió, sentándose a un lado y también remojando los pies como ella.

—Vicky está aquí —comentó él mientras ella seguía moviendo los pies en el agua.

—Ah, ¿sí?

—Pensé que ya lo sabrías. Así como yo siempre sé dónde se encuentra Marianne.

—Excepto cuando está con Demian, ¿o me equivoco? —espetó Addalynn con el mismo tono nada sorprendido, y Samael tuvo que admitir que tenía razón; si había estado con Demian todo el tiempo, quizá por eso no había detectado su presencia.

—Creí que querrías saber que se encuentra bien —agregó Samael.

—No veo por qué razón tendría que ser lo contrario —respondió ella con un encogimiento de hombros y a continuación sacó los pies del agua—. La competencia está por comenzar, quizá quieras nadar un poco para estar en condiciones. Yo ya lo estoy.

Y se alejó, llevando su toalla al hombro mientras Samael la observaba, tratando de descifrarla sin necesidad de acceder a su mente, pero resultaba inútil. Era tan esquiva como desconcertante.

Primero se llevaron a cabo las rondas eliminatorias de las chicas. Pasaron en grupos de ocho, clasificando los dos mejores tiempos hasta que solo quedaron ocho para la ronda final, Addalynn entre ellas.

Los chicos habían conseguido buenos lugares en las gradas, y mientras veían al grupo clasificado colocarse en sus respectivos carriles para la competencia final, Marianne notó que desde las gradas de abajo Dreyson contemplaba atentamente al grupo de chicas.

De acuerdo con su reloj ya no faltaba mucho para que comenzara el torneo de Tae kwon do, así que le extrañaba verlo todavía ahí, sobre todo tomando en cuenta que tendría que trasladarse a otro centro deportivo.

El pistolazo de inicio la obligó a devolver su atención a la competencia. Las ocho finalistas estaban ya en el agua y mientras el resto había salido ya a la superficie, Addalynn se mantuvo sumergida hasta resurgir a la cabeza de ellas, nadando con tal soltura que casi parecía tener un motor propulsor en los pies. No fue sorpresa para nadie que llegara a la meta hasta con más de un segundo de ventaja sobre las demás. Salió de la alberca y se llevó la toalla a los hombros mientras el entrenador festejaba a un lado su victoria.

—¡Cuánta frialdad! Pareciera que simplemente acabara de salir de relajarse de un jacuzzi —comentó Kristania con tono desdeñoso.

—Es que ella siempre ha sido muy segura de sí —trató de justificarla Vicky—. Pero es buena persona, aunque no hable mucho.

Marianne pensó que por lo menos Samael hacía un mejor trabajo mezclándose con los humanos hasta ahora. Addalynn, al contrario, parecía totalmente embebida de sí misma.

—…No se comporta como un ángel en absoluto —murmuró Marianne.

—¿Eh? ¿Dijiste algo? —preguntó Vicky y ella se limitó a sacudir la cabeza, lamentando su desliz.

—Debes tener más cuidado. Ella aún no sabe nada sobre Addalynn —susurró Demian desde el asiento trasero—. Si alguien debe decírselo, es ella misma. Después de todo, me habría disgustado que alguien más le hablara sobre mí.

Marianne asintió, sintiéndose reprendida, y mientras los aplausos seguían tras el anuncio oficial de los tres lugares para dar paso a las rondas de los chicos, Dreyson se levantó de su asiento y fue encaminándose fuera de las gradas. Al ver de reojo a Marianne, cambió de dirección y comenzó a subir.

—La competencia de Tae kwon do es dentro de poco —dijo Dreyson, mirando de reojo a Demian en el asiento inmediato trasero.

—No prometí nada y todavía nos queda ver que mi primo nade —replicó Marianne, cruzándose de brazos para hacerle ver que no podía obligarla.

Dreyson volteó hacia la alberca donde el primer grupo de chicos iba acomodándose en sus carriles y Samael estaba en el extremo derecho, concentrado en el agua frente a él.

—Llega para la ronda final, esa es la única que importa —dijo él como si le estuviera concediendo tiempo, y antes de bajar, volvió a dedicarle una mirada a Demian—… Quizá también quieras ir a ver de lo que te perdiste. Estás invitado.

Demian no respondió, pero su cara lo decía todo. Mantuvo los brazos apoyados sobre las rodillas y el cuerpo claramente tenso. La cicatriz ardía de nuevo.

—¡Pero qué insolencia! ¡Como si tuviera el poder para invitar o desinvitar a alguien! —espetó Kristania una vez se hubo marchado y viendo su oportunidad para sumar puntos—. Ni le hagas caso, Demian, no es más que un oportunista.

Marianne apenas pudo contener las ganas de poner los ojos en blanco ante la ironía de su comentario, y en ese momento escucharon el disparo que daba inicio a la competencia, así que volvieron a prestar atención a la alberca. Tal y como Addalynn, Samael no decepcionó en su desempeño. Llegó fácilmente en primer lugar y tanto Vicky como Angie se desgastaron en aplausos y vítores, mientras Demian se levantaba de su asiento y comenzaba a marcharse para confusión de los demás.

—¿A dónde vas? —preguntó Vicky.

—A caminar por ahí —respondió él, manteniendo las manos en los bolsillos.

—No vas a alejarte mucho, ¿verdad? —dijo Vicky y al ver que todos parecían igual de preocupados, como si temieran que fuera a tener otro de sus lapsos, Demian trató de sonreír para tranquilizarlos.

—Estaré afuera, solo necesito un poco de aire fresco. Les, veré cuando termine todo.

Y se alejó rápidamente de ahí, topándose con Addalynn en la base de las gradas, y tras un breve intercambio, él continuó con su camino mientras ella iba a sentarse justo por detrás de Vicky.

—¿Sorprendida de verme?

—¿Debería? —replicó ella, sustraída de toda emoción.

—¡Felicidades! ¡Estuviste fenomenal! —repuso Vicky, sonriendo a pesar de su apatía.

—Sé que lo estuve o no hubiera ganado —dijo Addalynn, provocando la risa de Vicky y la mirada de encono de Kristania.

La mascota del centro acuático era un delfín, así que no les pareció raro cuando una enorme botarga de delfín comenzó a subir las gradas y a regalar pequeños globos con su imagen que unos segundos después reventaban, revelando confeti en su interior. Al llegar a donde estaban ellos, les fue pasando los globos, y cuando comenzaron a reventar, el de Kristania salpicó su cara y ropa de pintura azul. De un salto se levantó profiriendo insultos y amenazas a la botarga mientras bajaba corriendo en busca de un tocador público. El resto de los globos terminó de reventar con explosiones de confeti, y Belgina pronto descubrió que en su regazo había caído una nota.

“Golpea al delfín todo lo que quieras, pero por favor perdóname”

A un lado de ella se asomó la botarga, juntando las aletas en ademán suplicante, y ella se crispó, dando un salto al asiento de junto y haciendo un gesto con la mano que mandó a la botarga a volar por los aires hasta caer en medio de la alberca, arruinando así la segunda ronda.

Belgina se puso de pie, sacudiéndose el confeti, y salió corriendo de ahí antes de que le dijeran cualquier cosa, aunque los chicos estaban demasiado ocupados mirando boquiabiertos a la botarga de delfín flotando en la piscina y agitando las aletas para llegar a la orilla más cercana. Frank sacó su celular y se puso a grabar con una sonrisa burlona.

—Ya se había tardado con su estupidez del día —dijo Marianne, exhalando con hastío.

Al final del día nada de eso importó, pues Samael acabó arrasando sin que se le notara la menor pizca de esfuerzo y el grupo salió del centro en medio de celebraciones, cargando con dos trofeos.

Fuera del edificio encontraron a Demian, apoyado contra una escultura que tenía una forma tal que de lejos lo hacía lucir como si tuviera un par de alas negras. Al verlos salir, se apartó unos pasos y se quedó de pie a la espera de que se acercaran.

—¡Te hubieras quedado! —dijo Vicky con entusiasmo—. ¡Samuel arrasó con la competencia y además hubo un incidente con una botarga…!

—Sí, vi que lo sacaran con escoltas —respondió Demian—. Y creo que no hace falta que me digan quién era porque igual vi a Belgina salir minutos antes.

—¿Sabes a dónde fue? —preguntó Marianne.

—Le pregunté si estaba bien y solo dijo que regresaría al hotel. Se veía contrariada.

—Y no es para menos con las tonterías que hace Mitchell. Habría que ponerle un alto.

—Hablaré con él cuando volvamos al hotel.

—¿Hay alguna otra competencia que quieran ver? —preguntó Lucianne, sacando su programa del día.

—Puede que Tae kwon do aún no haya terminado. Quizá alcancemos el final —comentó Marianne, echando un vistazo a su reloj y al levantar la vista de nuevo, notó que Demian se mostraba ceñudo.

—Ustedes vayan si quieren, yo iré a dar un paseo por ahí —espetó Demian, dándose la vuelta para marchar del lado contrario. Vicky titubeó antes de seguirlo.

—¡Espera! Te acompaño. —Corrió detrás de él y Addalynn también se les unió, cargando su trofeo con una mano. Marianne parecía confundida ante su reacción.

—Pues yo no sé ustedes, pero no tengo ganas de ver más competencias —dijo Frank a continuación, estirándose hasta hacer tronar sus brazos—. Escuché que hay un lugar en el centro donde hacen el helado del sabor y la combinación que te apetezca, y que, si no lo tienen disponible, le ponen tu nombre. ¿Vienes conmigo? —Volteó hacia Lucianne con postura casual—. Quiero fastidiarlos un poco dándoles nombres inventados y con suerte tener un helado con mi nombre al final del día.

—Uhm… me gustaría —respondió Lucianne, mirando algo tímida a los demás—… Si a los demás no les molesta.

—¡Uh, helado! ¡Yo quiero! —dijo Lilith, uniéndose a ellos, aunque Frank no parecía nada contento.

—¿Aún quieres ir al torneo de Tae kwon do? Podemos llegar más rápido si nos transportamos —sugirió Samael en cuanto se quedaron solos con Angie. Marianne lo meditó por un minuto, pero finalmente se negó.

—…Creo que prefiero regresar al hotel. Quizá pueda hablar con Belgina. Si ustedes quieren hacer alguna otra cosa, ir por helados con los demás, adelante —dijo Marianne, sintiéndose de repente desanimada, y Angie miró enseguida a Samael como si estuviera deseando seguir su sugerencia.

—Tengo una lista de las siguientes competencias en donde participa el colegio Valle del Sol —dijo Samael sacando una hoja—. Creo que voy a ver las próximas y estaré atento a cualquier detalle.

Angie pareció desinflarse y sus hombros se aflojaron, aunque al instante volvía a enderezarse para intentar mostrarse casual.

—…Por supuesto. Otro día será —agregó ella con una sonrisa de resignación.

 

Marianne soñó de nuevo con la sombra que la perseguía, pero a diferencia de las veces anteriores, ella era quien seguía a la sombra a través de lo que parecía un enorme almacén a oscuras, sin más luz que la que entraba por unas ventanas desde las alturas. Luz de luna llena que apenas le dejaba distinguir formas dibujadas en la oscuridad. Las figuras que se trazaban débilmente parecían formas humanas que se alzaban a ambos lados de su camino sin hacer nada más que observarla sin rostros discernibles. La sombra se movía errática entre ellas, ocultándose para luego volver a surgir como si esperara por ella. Más que ser perseguida, parecía un juego del gato y el ratón del que disfrutara.

Marianne no sabía por qué razón seguía a aquella sombra; algo dentro le decía que parara, que terminaría lamentándolo, pero no lo podía evitar, sentía la imperiosa necesidad de alcanzarla, de atraparla… ¿y luego qué? ¿Qué haría con ella? La sombra parecía reír con su persecución, e incluso se detenía por momentos para no perderla de vista, como incitándola a continuar. Las hileras de figuras que la flanqueaban llegaron a su fin, dando origen a una bifurcación que ella tomó sin pensarlo, y justo cuando daba la vuelta, se encontraba de frente con la sombra, de pie al fondo de un callejón sin salida. Marianne también se detuvo y titubeó por un momento antes de sacar su espada ante la impasible sombra que parecía estarla esperando en silencio, en una postura que era casi desafiante.

«Hazlo. Es la única manera» Una voz etérea llegó a ella desde algún lugar. La reconocía… Creía recordarla de algún lado.

—…Puedo hacerlo —murmuró Marianne, apretando la empuñadura de la espada.

La sombra rió. Pudo incluso ver una sonrisa blanca dibujándose en aquella figura sin rostro, hecha solo de oscuridad. Marianne blandió la espada, se armó de valor y se dirigió decidida hacia ella, pero en cuanto asestó en su pecho, la sombra se esfumó y la espada quedó clavada en una superficie lisa a su espalda. Frente a ella vio su reflejo, cuarteado por el espejo en el que había hundido la hoja. Aferró la empuñadura con ambas manos, tirando de ella con fuerza mientras las risas aún se escuchaban flotando a su alrededor, y cuando por fin consiguió sacar la espada, un líquido negro brotó del agujero, en el centro mismo de su reflejo, en el pecho.

Retrocedió desconcertada al ver aquel líquido negro brotando del espejo, y por impulso bajó la vista hacia su propio pecho. En el centro tenía un agujero del que manaba sangre roja a borbotones. La espada resbaló de entre sus dedos y cayó al suelo sin sonido alguno, como si hubiera sido transportada al vacío, a un sitio fuera del espacio y tiempo. Levantó los brazos temblorosos, pero solamente los mantuvo a la altura del pecho, sin atreverse a tocar aquel agujero; su vista comenzó a nublarse y a ver doble.

«Tenías que hacerlo»

Marianne luchó por alzar la mirada y una figura luminosa apareció frente a su cada vez más borrosa visión.

«Dejaste que escapara»

Marianne no pudo responder nada, era como si se hubiera quedado sin voz; la respiración comenzó a fallarle también, y al abrir la boca lo único que salió de ella fue sangre. La silueta no se inmutó, pero desplegó un par de luminosas alas que la cegaron mientras se asfixiaba lentamente.

Cuando abrió los ojos de golpe, se llevó las manos al pecho y aspiró violentamente por aire, dándose cuenta de que estaba en su habitación de hotel. Apartó las manos del pecho y vio que estaban limpias, sin una sola mancha de sangre, tan solo húmedas de sudor frío. Los resuellos se transformaron en un suspiro de alivio, y mientras su corazón volvía a marchar con normalidad, un destello de luz le anunció la presencia de Samael.

—¿Estás bien? —preguntó él con tono de preocupación—. Sentí de pronto una punzada y por un momento pensé que algo había ocurrido, que habías sido atacada o…

—Estoy bien, fue solo una… pesadilla —aseguró ella, sentada con los pies fuera de la cama y frotándose la cara para obligarse a despertar completamente.

—¿Qué tipo de pesadilla? —preguntó Samael, sabiendo que podría significar algo.

Marianne permaneció pensativa por unos segundos, repasando su sueño para comprobar que no se le escapa nada, y en cuanto recordó la sangre manando de su pecho, se llevó una mano a este como si aún pudiera sentirlo.

Había sido solo una pesadilla, y sin embargo, había parecido tan real.

—…Perseguía a esta sombra —comenzó a hablar, su respiración aún en proceso de desacelerarse—. Había varias siluetas alrededor simplemente observando. Como si fuera un juego. Y la sombra no dejaba de reír mientras la seguía. Casi parecía estar guiándome en vez de huir de mí. —Samael no hizo ningún comentario, esperó pacientemente a que terminara su narración, aunque no dejaba de hacerse conjeturas en el transcurso—. Intenté clavarle la espada, pero… —El espejo. El líquido negro. La sangre brotando de su pecho—…logró evadirme. Al final no lo conseguí.

—Esa sombra… ¿era la misma que aquel sueño del baile? —preguntó Samael, recordándole la vez que había podido acceder a su sueño en el que una sombra la retenía mientras daban vueltas en medio de un gran salón con una música fantasmal surgiendo de ningún lado. Marianne alzó la vista como si supiera lo que intentaba insinuar con ello; aquel sueño había terminado cumpliéndose de cierta forma durante el baile de fin de curso, cuando Demian había descubierto que ellos eran los Angel Warriors y toda esperanza de aferrarse a su lado humano parecía perdida.

—…Era solo una sombra, sin forma específica, no tiene que tratarse de la misma.

—¿Me dejas ver? —insistió Samael, pero Marianne apartó bruscamente la vista.

En lo único que podía pensar era en la sangre brotando de su pecho. Si él llegaba a verlo, podría relacionarlo con la sombra y por ende con Demian, ya que tan convencido estaba de que lo representaba a él. Aquello podría hacer resurgir su desconfianza hacia él y volvería a su estado de constante vigilancia a su alrededor. Las cosas estaban bien por ahora, no quería que eso cambiara.

—No es necesario. No fue más que una pesadilla como las demás. No tiene que significar nada —concluyó Marianne, volviendo a recostarse antes de que Samael insistiera en ello.

—…Está bien. Pero si algo te preocupa, no dudes en decírmelo —respondió Samael sin más remedio, y mientras se apartaba para marcharse, Marianne recordó el comentario que había hecho Demian tras los partidos de básquetbol.

—Samael… ¿hablaste con Demian en el balcón el otro día? —El ángel se volvió hacia ella, sin parecer sorprendido por su pregunta, y enseguida asintió sin vacilar—… ¿De qué hablaron?

—Le pregunté sobre el demonio de ojos ámbar.

—¿El del video? ¿Dijo que lo conocía?

—Eventualmente lo reconoció —repuso Samael con un encogimiento de hombros—. Pero no quiso decirme nada más… Al parecer el demonio que lo atacó también tiene ojos ámbar, quizá por eso tenía tanto interés en él.

—…El demonio que lo atacó —repitió Marianne más para sí misma, obligándose a pensar en ello con tal de dejar atrás su sueño.

Sin embargo, más tarde aún lo recordaría, de pie en la recepción del hotel firmando su salida. Cada que alzaba un poco la mirada, alcanzaba a ver su reflejo en el espejo de la pared del fondo, y casi esperaba que se abriera un agujero en este y expulsara un líquido negro, pero enseguida volvía a bajar la vista y trataba de sacar aquella imagen de su cabeza.

—No fuiste a la competencia.

Marianne soltó la pluma y con un suspiro se dio la vuelta. El rostro de Dreyson no reflejaba molestia, simplemente la observaba en espera de una explicación.

—No me sentía con ánimos de ir y tampoco prometí nada —respondió ella con un rápido e indiferente encoger de hombros.

—Esperaba que al menos asistieras a la final. Gané.

—Bueno, pues… al menos no puedes culparme por una derrota —repuso Marianne con las cejas alzadas, sin saber si lo que quería era una felicitación o una disculpa—. Parece que no hizo falta que estuviera ahí, pero aun así… ¿felicidades?

Dreyson mantuvo aquella expresión inescrutable hasta que terminó formando una sonrisa sin mover ningún otro músculo del rostro más que los labios.

—…Ahórratelo, tus felicitaciones no valen si no lo viste. Pero aún puedes compensarlo presenciando la competencia de esgrima. Será justo después de gimnasia, así que no tienes excusa esta vez.

—¿“Excusa”? —repitió ella, alzando una ceja.

—Ya estamos listos para irnos —intervino Samael, señalando al resto que ya estaba esperando en el vestíbulo, incluido Demian, que, apoyado en una columna, observaba a Dreyson con el ceño fruncido. Este simplemente se dio la vuelta para marcharse, aunque antes se detuvo a medio camino, como si recordara algo.

—…Por cierto, me informaron esta mañana que han decidido nombrarme capitán temporal del equipo de básquetbol por lo que resta de las competencias —comentó él de forma casual, lo suficientemente alto para que Demian lo escuchara.

Mientras Marianne procesaba aquella información, él sonrió y continuó su camino. Ella notó que Demian seguía con la mirada a Dreyson y temió la forma en que podría afectarle.

La competencia de gimnasia estaba programada en un complejo deportivo no muy grande, pero totalmente equipado para cada una de las modalidades en disputa. Los chicos consiguieron asientos en las primeras filas y esperaron pacientes a que le tocara turno a Belgina, empezando por la barra de equilibrio. De forma sorpresiva, incluso Addalynn se había presentado, aunque mantenía su distancia sentándose hasta la punta más alejada, y sin embargo cercana a Vicky, lo cual parecía la única prueba de su vínculo. Kristania también se había pegado a ellos, viendo la oportunidad de estar cerca de Demian, a pesar de que él ni la miraba, sentado en la fila trasera con expresión meditabunda.

Hubo movimiento en la fila de atrás; alguien estaba pasando, posiblemente en búsqueda de asiento, y escucharon el chillido de Kristania.

—¡Idiota! —gritó ella con la espalda arqueada y el rostro descompuesto en una mueca mientras tiraba de su manga, manchada de un líquido morado con montoncitos de granizo de igual color comenzando a derretirse. Detrás de ella, un muchacho con suéter de capucha sostenía un vaso de lo que parecía un slurpee y constantemente sorbía de él mientras escuchaba con indiferencia los reclamos de Kristania—. ¡¿Por qué no te fijas en tu camino?! ¡Has estropeado mi blusa! ¡Es de seda! —Salió de ahí hecha una furia mientras el muchacho tan solo daba unos pasos y se dejaba caer en el asiento junto a Demian, pasándose la capucha sobre la cabeza y sorbiendo ruidosamente su bebida congelada.

—Sabes que no deberías estar aquí —dijo Marianne sin tener dudas de quién era—. Si Belgina llega a verte, podría perder la concentración.

El muchacho se sacó el popote de la boca y dio un suspiro mientras su rostro cambiaba al instante al de Mitchell, oculto bajo la seguridad de la capucha.

—…Lo sé, pero me mantendré oculto. Solamente quiero verla competir.

—Lo que quieres en realidad es verla con su pequeño leotardo de gimnasia, no te hagas —refutó Frank desde la fila de abajo, y aunque Mitchell no contestó, se llevó otra vez la pajilla a la boca, y tras sorber un poco, apuntó hacia Frank y sopló una sola vez, saliendo disparado un frío proyectil morado que dio justo en el blanco al deslizarse por el cuello y la espalda de su primo. Este se retorció en su asiento como una lombriz al fuego—. ¡Vuelve a hacer eso y te haré una colonoscopía con ese popote!

—Miren —dijo Marianne señalando hacia la pista y todos vieron a la competidora en turno. Tenía en su leotardo el escudo del Colegio Valle del Sol y algo más que no pudieron evitar notar al hacer su rutina sobre el potro.

Una extraña mancha en el dorso de su mano parecía trasladarse a su palma al momento de apoyarse del aparato para dar piruetas con una precisión metódica, terminando con una pose firme y levantando los brazos. Y la mancha parecía haber desaparecido.

Los chicos intercambiaron miradas, preguntándose la finalidad de aquel moretón, si era lo que le daba la ventaja en sus rutinas.

—¡Es el turno de Belgina! —anunció Vicky y todos centraron su atención en la pista. Belgina había salido con el leotardo oficial de la escuela en cuyo centro había un diseño que semejaba una perla de la cual se desprendían varios patrones de rayos que se seguían a lo largo de las mangas y la espalda, entrecruzándose en tonos azul marino y aguamarina.

—…Madre perla —murmuró Mitchell, cayéndosele el popote de la boca abierta.

Con el cabello recogido en una coleta y contactos en reemplazo de sus lentes, parecía otra completamente distinta. Mantuvo la vista fija en las barras y se llenó las manos de magnesio, deteniéndose un momento como si estuviera repasando antes alguna plegaria mental. Luego se colgó de la barra más baja para empezar a coger impulso, y vieron con asombro cómo pasaba de una a otra con tal agilidad y gracia que por un momento olvidaron lo que ya le habían visto hacer durante sus entrenamientos. Y fue así con el resto de los aparatos. Antes de iniciar, Belgina parecía vacilante e insegura, pero una vez que empezaba, todas esas dudas desaparecían y se convertía en uno con el aparato. Incluso en la rutina de piso parecía incapaz de cometer error alguno, y en cuanto la música dio inicio, Lilith tuvo que refrenarse de gritar al reconocer enseguida el tema con las primeras notas.

—¡Es “Toten Blumen”! ¡Está usando mi tema favorito de Lissen Rox! —exclamó ella, casi saltando de su asiento, pero cuando se dio cuenta de que era su voz en vez de la del cantante, volvió a sufrir otro colapso emocional y esta vez tuvo que llevarse la mano a la boca—. ¡Es la que canté en el concurso! ¡Está usando la que yo canté! ¡Agárrenme que creo que voy a llorar!

—Díganme que alguien ha estado grabando todo esto. Necesito ese video para sobrellevar mis noches solitarias de expiación y culpa —dijo Mitchell con su bebida ya completamente derretida en el vaso.

—Ya me encargo yo de eso, pero tendrás que hacer muchos méritos si lo quieres o quizá termine vendiéndolo en el mercado negro —dijo Frank, grabando con su celular, y Mitchell de inmediato se lanzó hacia él, comenzando a forcejear para quitárselo mientras los demás se limitaban a hacerse a un lado, avergonzados de su comportamiento. Apenas Belgina terminó su rutina, acabó por voltear atraída por el alboroto que habían armado, y a pesar de la distancia a la que estaba y la capucha que le cubría el rostro, supo de inmediato que se trataba de él, sintiendo una oleada de vergüenza.

—¡Paren ya! ¡Van a arruinar el momento de Belgina! —masculló Marianne echándoles una mirada que prometía sangre si no se detenían.

Pero ya era demasiado tarde, Belgina lo había reconocido y su concentración se había visto perturbada, así que en su siguiente turno salió con los hombros tensos y el cuerpo tieso, tratando de fijar la vista en el aparato sobre el que tendría que saltar, consciente de que él la estaría mirando en todo momento. Nerviosa, se colocó en su posición y respiró hondo para intentar tranquilizarse. Era la última prueba, debía concentrarse únicamente en ella, hacer el salto y luego concentrarse en que sus pies no le fallaran en el salto final. Se sacudió el magnesio de las manos, y tras intentar relajar los músculos, se echó a correr sin apartar la vista de este. El público estaba en silencio, así que tampoco había motivo para romper su concentración, y aunque una parte de ella seguía sabiendo que él estaba ahí, trató de desecharlo de su mente en cuanto tuvo la tabla de salto frente a ella.

Colocó las manos firmemente en la superficie, lo que le dio un buen punto de apoyo para impulsarse y dar un gran salto que pareció durar años. Debía completar en el aire las volteretas que había estado ensayando con tanto ahínco; dio tres vueltas en espiral boca abajo, luego encogió piernas y rodillas hacia al pecho, y mientras daba vueltas en tirabuzón, no podía sacar de su cabeza la noción de que Mitchell la observaba; casi podía sentir su mirada, prolongando aquel breve instante en lo que le pareció una eternidad. Tras dar la última vuelta, enderezó el cuerpo y estiró las piernas para poder apoyar los pies en el suelo, pero su mente seguía tan abrumada que estos no respondieron bien al aterrizar y terminó trastabillando y cayendo de rodillas sobre la superficie acolchada. Los gritos ahogados del público no se hicieron esperar y ella se quedó inmóvil sobre el colchón, sin poder reaccionar, hasta que se obligó a sí misma a ponerse de pie, levantando los brazos sobre la cabeza lo más profesional que pudo, y acto seguido corrió a refugiarse en los vestidores.

—…Espero que estés satisfecho —dijo Marianne, dirigiéndole a Mitchell una mirada de reproche, y aunque este no respondió, su expresión de culpabilidad era más que evidente. Tiró del cordón ajustable de la capucha, enterrando más el rostro dentro de esta y decidió marcharse, aunque ya el daño estaba hecho.

Todas las participantes volvieron a salir para la premiación. Belgina fue premiada en las tres primeras modalidades, pero en la última quedó fuera del cuadro ganador mientras la chica del Colegio Valle del Sol fue premiada en las cuatro. Ella lo aceptó con toda la dignidad que le era posible, a pesar de sentirse aún deshecha por la situación, y al dirigir una mirada hacia las gradas, descubrió que Mitchell ya no estaba. Y aquello pareció hundirla más en vez de quitarle un peso de encima.

La competencia había llegado a su fin, por lo que todos se pusieron de pie para marcharse justo cuando vieron a Dreyson entrar, seguido de más chicos que iban directo a los vestidores cargando con sus trajes y floretes.

—Sigue la competencia de esgrima —recordó Marianne. Dreyson volteó hacia las gradas y una leve sonrisa torcida se dibujó en su rostro al verla, levantando a continuación la mano para mostrar tres dedos, señal que ahora entendía a la perfección.

—¿…Y eso qué significa?

—Creo que es por los tres clubes en los que está; su intención era ganar en los tres —dijo Marianne.

—Pues podrá jactarse de lo que quiera, pero si ganamos en básquetbol será una victoria de equipo, no solo de él —replicó Frank, que parecía seguir malhumorado.

—…Aunque quien recibe primero el trofeo suele ser el capitán —dijo Marianne con una mueca.

—Él no es capitán —refutó Frank con un bufido, pero la mirada esquiva de Marianne no hizo más que confirmárselo—. ¡No! ¿En serio lograron convencer al entrenador? Los escuché hablando al respecto, pero no pensé que fueran a hacerlo, después de todo es tan nuevo en el equipo como yo. ¡De haber sabido me postulaba también!

Demian no había dicho nada hasta entonces; todos parecían atentos a su reacción, esperando que se levantara y se marchara, que hiciera algo, pero se quedó ahí, ominosamente callado y quieto.

—¿…Quieres que volvamos al hotel? Quizá quieras descansar un poco antes del partido de esta noche —sugirió Vicky, preocupada por su inacción.

—Me quedaré a ver la competencia —decidió él, ante lo cual los demás no pudieron evitar intercambiar miradas de inquietud.

Los combates de esgrima fueron la última competencia del día. Desde el primer enfrentamiento de Dreyson se mostró rápido y certero en sus estocadas, superando sin mayor problema a sus contrincantes. Cada que ganaba un combate, de inmediato miraban de reojo a Demian para ver su reacción, pero él se mantenía impávido, siguiendo detenidamente con la mirada cada uno de sus movimientos, tratando de descubrir errores en su técnica, pero para frustración suya no encontraba ninguno. Era como si en vez de semanas de entrenamiento tuviera ya varios años a cuestas. Ni siquiera él que llevaba un año en el club había conseguido tal nivel en tan poco tiempo. Y para colmo lo hacía parecer como si no le supusiera el menor esfuerzo. No quería demostrarlo, pero iba sintiéndose cada vez más ansioso e irritado, sobre todo al notar que después de cada victoria levantaba la vista en dirección a ellos, como para cerciorarse de que siguieran ahí, y esbozaba una misteriosa sonrisa que parecía exclusiva para él.

El momento del enfrentamiento final llegó. Dreyson había conseguido superar a todos sus contrincantes hasta llegar ahí, y su rival era un previo ganador, pero como de costumbre, él no parecía nada preocupado. El combate dio inicio y mientras ambos intercambiaban estocadas y los floretes entrechocaban, la irritación de Demian parecía haber alcanzado un punto en el que su cicatriz ya comenzaba a palpitar y a escocerle.

Samael tampoco perdía de vista los movimientos del chico; a pesar de haber descartado el moretón de su espalda, sentía curiosidad por él. Notó de pronto que en la pista donde se desarrollaba el combate comenzó a formarse una especie de sombra que avanzaba por el piso en dirección a Dreyson, sin que nadie más lo notara, y cuando llegó a este, lo sujetó de un pie, haciéndolo trastabillar y perder terreno con respecto al otro chico, pero rápidamente se desvaneció en cuanto Dreyson recuperó el equilibrio. Samael giró de inmediato el rostro hacia Demian, viendo que este se sujetaba desconcertado la muñeca, haciendo evidente que se sabía inconscientemente responsable.

Este le devolvió la mirada; el rostro turbado demostraba su impotencia, no solo porque su poder había actuado de nuevo por cuenta propia, sino porque lo habían visto. Apretaba su muñeca con tanta fuerza que era como si intentara asfixiarla, y no pasó mucho tiempo para que Marianne volteara también hacia él. No podía seguir así. Hizo el ademán de levantarse, deseando marcharse sin ser notado, y de pronto Addalynn se acercó a él y tiró de su mano para darle aquel breve toque en la muñeca que lograba calmarlo. Demian sintió alivio inmediato, pero aún así la miró desconcertado. Los demás los observaban confundidos, y aunque Marianne ya le había visto hacerlo antes, sintió una extraña punzada en el interior.

Addalynn por su parte parecía ajena a todos, o simplemente no le importaba; en cuanto soltó a Demian, se acomodó el cabello, ignorando las miradas curiosas. Al escucharse aplausos, las miradas pronto volvieron a enfocarse en la pista. Los únicos que seguían observándolo eran Vicky y Samael, este último con creciente curiosidad ante la acción de Addalynn. Pero Demian no hizo comentario alguno. Bajó la mano y rehuyó de sus miradas. Ya estaba, lo habían visto perdiendo el control de sus poderes, no podía ser peor que eso.

En medio de la pista, Dreyson se alzaba victorioso con la careta y el florete bajo el brazo, recibiendo el aplauso del público. Demian frunció el ceño y por un momento deseó que la sombra proyectada hubiera tenido éxito si de todas formas iba a salirse de su control.

 

—¿Nerviosa? —preguntó Demian entrando en su campo de visión, justo donde se jugarían las finales de básquetbol.

Marianne volteó dando un ligero respingo. La gente apenas empezaba a ocupar las gradas, pero el partido final no tardaría en comenzar y la presión era cada vez más palpable. Era ya viernes; la competencia de atletismo sería al día siguiente y luego todo terminaría.

—…Es la final. No creí que llegáramos tan lejos —respondió ella con las manos clavadas en la barrera que separaba las gradas de la cancha.

—Solo sigan jugando como hasta ahora —aconsejó Demian, apoyado también de la barrera a un lado de ella. Parecía relajado, sobre todo considerando que en los últimos partidos se había quedado en la banca.

—¿…Y tú? —preguntó ella, extrañada de su aparente calma. Él sonrió con la vista fija en la cancha.

—Yo miraré y disfrutaré del partido. Así que tú también disfruta del juego, la victoria es solo algo adicional.

No era la respuesta que esperaba, pero si había encontrado la forma de mantener el control, aún cuando las cosas no le estuvieran saliendo como deseaba, entonces no había motivo para presionarlo. De pronto alguien la sujetó desde la espalda, y antes de que pudiera reaccionar, ya estaba siendo arrastrada por Kristania hacia los vestidores.

—Vamos, vamos, que tenemos que estar listas para el partido —dijo Kristania, tirando de ella y agitando el brazo hacia Demian de una manera que pretendía ser casual, aún cuando era claramente una forma de llamar su atención.

El partido dio inicio y de inmediato el equipo contrario demostró ser un contrincante serio que no les daba tiempo ni de respirar. Las chicas tuvieron muchos errores al inicio, sobre todo de parte de Kristania que constantemente se quejaba de haber sido empujada al menor contacto, provocando la indignación del otro equipo, cuyas jugadas se volvían más bruscas, llenando de frustración a sus propias compañeras. No veían el momento en que fuera enviada a la banca de una u otra forma, y esto finalmente ocurrió cuando tropezó con sus propios pies y cayó, quejándose a continuación de una rodilla lastimada. Hubo una breve pausa para sacarla de la cancha mientras otra chica era enviada a suplirla; con suerte aquel cambio les beneficiaría ya que iban perdiendo por poco.

—En las próximas jugadas quiero que Lilith y tú estén cerca de mí —comentó Lucianne, acercándose a Marianne mientras Kristania era llevada a las bancas a pesar de que exigía ser llevada a un hospital—. Es hora de jugar un poco más a la ofensiva. —Marianne asintió sin dejar de observar el espectáculo que Kristania estaba dando—… Me da vergüenza admitirlo, pero llevaba un rato deseando que la enviaran a las bancas, aunque no esperaba que fuera así…

—Creo que todas deseábamos lo mismo —replicó Marianne encogiéndose de hombros.

—Es curioso. Es como si nuestros pensamientos se hubieran sincronizado y ocasionado que tropezara, aunque ya sé que suena como una tontería y la idea no me hace sentir mejor —agregó Lucianne y aquello tampoco pareció sentarle bien a Marianne. Por su mente pasaron el accidente de Lester, el de Aldric, el tropiezo que tuvo Dreyson durante la final de esgrima… Volteó hacia las gradas y tras una rápida barrida con los ojos dio con Demian, sentado detrás de Vicky con expresión atenta a lo que ocurría en la cancha.

No, no había motivo para que lo hiciera, ni siquiera de forma inconsciente. Lo más probable era que Kristania tropezara y se hiciera la víctima para enmascarar su propia torpeza. No sería la primera vez.

El silbato volvió a sonar y trató de apartar esa idea de su mente para concentrarse únicamente en el partido. Con la ausencia de Kristania en la cancha y la estrategia de Lucianne consiguieron pisar los talones a sus rivales de modo que a muy poco de terminar el partido la diferencia equivalía a una canasta; solo tenían que conseguirla para ganar por un muy reducido margen.

Quedaban 18 segundos en el reloj y desde su lado de la cancha Lucianne logró robar la pelota antes de que encestaran, corriendo a toda prisa al otro extremo y llamando a sus compañeras a no romper formación. Cuando llegó a la zona de enceste, fue interceptada por una chica, así que lanzó el balón a Lilith, pero ella también se vio bloqueada por otra más. Le pasó la pelota a Marianne y ella vio a otras dos chicas del equipo contrario dirigiéndose a ella. Podría lanzar la pelota a una de sus compañeras del fondo, pero solo quedaban 5 segundos en el reloj y ya no daría tiempo para nada más, así que tomó aliento y flexionó los brazos sosteniendo el balón. No confiaba mucho en su puntería, pero ya no había tiempo de plantearse otra solución, era todo o nada, así que lanzó la pelota con todas sus fuerzas mientras las defensas del equipo contrario se regresaban con la intención de bloquear el tiro. Las demás chicas se detuvieron para observar la pelota como si estuviera en cámara lenta con el reloj bajando de 4 a 3 segundos y luego a 2…

El balón pegó en el aro y se quedó ahí, dando vueltas como si estuviera en la ruleta, pero por la trayectoria que llevaba mucho se temía Marianne que caería fuera de la canasta. Un segundo, la pelota pareció detener su girar y fue inclinándose por afuera del aro; ya se podían escuchar las expresiones de desilusión, y la misma Marianne empezaba a sentirse decepcionada cuando vio de pronto una sombra pasando veloz por debajo de la canasta y empujando la pelota para que entrara en ella, justo cuando el reloj llegaba a cero.

Fue tan solo una fracción de segundo, en un visto y no visto; Marianne parpadeó confundida mientras los gritos de celebración estallaban a su alrededor y múltiples manos tiraban de ella y palmeaban su espalda entre palabras de felicitación. Era consciente de que habían ganado por un pelo, pero a pesar del ambiente festivo, no podía dejar de pensar en aquella sombra. Aparentemente nadie más la había visto, y es que había sido tan rápido y repentino que aún se asombraba de haber alcanzado un atisbo de ella. En medio de la celebración, volteó hacia las gradas y vio que Demian se había puesto de pie como los demás y también aplaudía. Nada en su gesto indicaba que tuviera algo que ver con lo ocurrido, pero aun así necesitaba estar segura.

—Buen trabajo —dijo Dreyson al pasar junto a ella cuando ambos equipos se cruzaron entre las gradas y la cancha.

Marianne se limitó a asentir robóticamente y su mirada se centró en Demian al final de la fila. En cuanto estuvo lo suficientemente cerca de él, lo apartó del camino ante su confusión.

—No tenías que hacer eso. Te había dicho que prefería ganar por mis propios méritos y no apoyándome en nuestros poderes —susurró Marianne en tono secreto, vigilando a su alrededor que nadie más los estuviera escuchando.

—¿…Hacer qué? ¿De qué hablas? —preguntó Demian con expresión confusa.

—Ese último tiro… no debió entrar —replicó ella, soltándolo y tratando de que pareciera que estaban hablando de algo intrascendente—. Estaba ya fuera del aro y luego simplemente… fue empujada hacia adentro. Lo vi con mis propios ojos.

—Y piensas que lo hice yo —respondió Demian endureciendo su tono.

—…Vi una sombra —agregó Marianne, de pronto dudando de su deducción; él parecía ofendido ante su acusación a pesar de que la última vez ni siquiera lo había negado.

—Viste una sombra —repitió Demian—, y enseguida pensaste que tenía que ser yo. El demonio en rehabilitación.

—…Fue así la última vez —dijo ella ya no tan segura de lo que había visto.

—Y prometí que no volvería a hacerlo. Si me preguntas a mí, no vi ninguna sombra, pero sí noté que la pelota tuvo “ayuda externa” para entrar en la canasta. Creí que habías sido tú misma. No pensaba juzgarte por ello; fue un partido muy reñido.

—No… Yo no lo hice —respondió Marianne, hundiéndose ahora en la confusión y remordimiento por haberlo creído responsable. Los gritos del entrenador llamando a Demian fueron suficientes para sacarlos de concentración.

—…Debo bajar. Supongo que soy demasiado esencial en la banca —dijo Demian con un suspiro resignado.

—Lo siento por haber pensado…

—No importa —la interrumpió Demian—. Mata un lobo y te llamarán matalobos. Sé cómo es esto, ya debería acostumbrarme.

De nuevo la punzada de remordimiento. No ponía en duda su veracidad, pero si no había sido él quien había producido aquella sombra, ¿entonces quién?

—¿Ocurrió algo? —preguntó Samael en cuanto ella se les unió en las gradas. Marianne miró discretamente a su alrededor para evitar oídos curiosos.

—¿…Viste esa última canasta? —preguntó ella en voz baja y él asintió—. Te habrás fijado entonces que la pelota no entró precisamente por sí sola.

—¿Eso fue lo que le preguntaste a Demian? ¿Si había sido él?

—Él jura que no lo hizo, incluso pensó que yo lo había hecho, pero… no fue así. Fue una sombra —aseguró ella con expresión meditabunda—. Fue en un parpadear, pero estoy segura de lo que vi. Fue una sombra la que empujó la pelota en la canasta. Pero si no fue él, ¿entonces de dónde salió y por qué?

Samael se quedó helado al escucharla, aunque ella estaba tan enfrascada en sus propios pensamientos que ni siquiera lo notó. Una sombra. Tenía por conocimiento general que los demonios tenían sombras a su servicio, e incluso eran capaces de controlarlas como una extensión de ellos mismos, tal y como Demian había demostrado últimamente. La sombra que había visto Marianne… ¿podría ser acaso una manifestación de…?

—¡El demonio de humo! —dijo Marianne, asestando el puño contra su palma como si de pronto viera la luz—. Tuvo que ser el demonio de humo; quizá esté rondando por aquí, ¿no crees? Deberíamos estar más atentos por si vuelve a aparecer.

—…Claro. El demonio de humo —repitió Samael en vacilante confirmación.

—¿Pero por qué hacer algo como eso? ¿A él que le importa que ganemos o no? No parece muy brillante, de hecho, ni siquiera creo que tenga un cerebro mayor que el de un pez —continuó Marianne, meditando sobre ello. Pero pronto dio inicio el partido de los chicos, por lo que ella dejó de lado el tema, al menos de momento.

Demian no fue requerido durante el juego, tal y como esperaba, y permaneció en la banca. Sin embargo, el partido se desarrolló sin dificultades; el equipo actuaba como un enjambre organizado cuya una única abeja rebelde era Frank, que ignoraba instrucciones y actuaba como el instinto le dictara. Aun así, terminaron ganando el partido, y mientras los representantes de cada equipo se colocaban en el podio durante la premiación, Marianne notó que Dreyson levantaba tres dedos de la mano con una sonrisa.

Marianne dio un resoplido y puso los ojos en blanco. No alentaría sus pretensiones.

 

—Estoy confundida, ¿estamos ya en nuestra graduación? ¿Tan rápido pasó el año? —comentó Marianne más tarde en su fiesta de celebración, al ver a Lilith llegar a la mesa donde juntaba bocadillos en un plato junto con Angie y Belgina.

—¡Pues di lo que quieras, pero lo usaría en todas las fiestas! —replicó Lilith, riendo ante su comentario. Llevaba el vestido de rosa invertida—. Amo tanto cómo me queda que sería una lástima usarlo solo una vez, ¿no lo creen? ¿A que me veo increíble en él?

—Es un vestido en verdad hermoso y te queda como anillo al dedo —dijo Vicky a su espalda y aunque Lilith se crispó por un segundo, volteó hacia ella con un intento de sonrisa, aunque se notaba lo tensa e incómoda que aún la ponía.

—Gra-Gracias. Me… Me alegra que se hayan resuelto las cosas… con Demian.

Vicky sonrió ante sus palabras. Addalynn se mantenía cerca y se limitaba a tomar pequeños sorbos de una copa con un líquido rojo que parecía ser sangría, mientras observaba con indiferencia a su alrededor. Vestía un simple pero estilizado vestido blanco, y como siempre, llamaba la atención por donde pasara. Lilith vio la oportunidad de redimirse a ojos de Vicky y rápidamente tomó un plato y lo sostuvo frente a ella.

—¿…Quieres algún bocadillo en especial? —preguntó ella, comenzando a colocar de todo en el plato y entregándoselo como si fuera su ofrenda de paz, aún cuando le hubiera casi arrancado los canapés de la mano a las demás.

—Gracias, no deberías molestarte —respondió Vicky, abrumada por la atención.

—¡Wow, entonces era verdad que te compraste el vestido después de todo! — Kristania apareció de pronto junto a ellas con un brillo en los ojos que a Marianne siempre le daba mala espina—. Realmente te queda espectacular. —Lilith sonrió y dio una vuelta, sintiéndose como una princesa en aquel vestido—. Tienes que contarme cómo lo conseguiste, si costaba casi tanto como el presupuesto del evento.

Lilith se quedó como piedra. Y peor aún era ver a Kristania aparentemente conectar los puntos y llevarse la mano a la boca como si hubiera hablado de más. Vicky miró a una y otra, desconcertada ante lo que aquello implicaba.

—No… No es lo que parece —intentó Lilith explicarse—. Yo… no sabía… Solo tomé mis ahorros sin pensar que…

—¿Usaste el dinero de nuestro presupuesto para comprar un vestido? —la interrumpió Vicky con expresión sorprendida. Kristania mantenía las manos sobre la boca en un gesto incrédulo.

—No fue a propósito, yo… no me di cuenta… —Lilith siguió, intentando justificarse, pero el gesto de Vicky parecía escandalizado, y ya no se sintió cómoda ni mucho menos glamorosa vestida así. Había sido una mala idea, un capricho estúpido; aquel era un vestido manchado y no tendría por qué haber pensado siquiera en ponérselo una sola vez. Estaba tan avergonzada que acabó marchándose de ahí, a pesar de que las chicas le pedían que se detuviera.

—Qué terrible, no creo que lo haya hecho a propósito. Seguro que no tenía mala intención —dijo Kristania con fingida consternación y Marianne le lanzó una mirada.

No podía demostrarlo, pero sospechaba que Kristania tenía algo que ver a pesar de toda aquella charada, estaba segura de ello. Una víbora que guarda sus colmillos debía encontrar otras formas de arrojar su veneno.

—…Oh, miren. Parece que el imitador está disfrutando de sus cinco minutos de fama.

Cerca del escenario, varios reporteros rodeaban a Dreyson para entrevistarlo, aunque él tenía tal cara de fastidio que parecía no usar más que monosílabos para contestarles. Unos cuantos entrenadores de equipos profesionales esperaban hablar con él.

El celular de Kristania comenzó a sonar con una de las canciones de Lissen Rox, y en cuanto le echó un vistazo a la pantalla, giró los ojos y canceló antes de volver a guardarlo.

—Mi madre —respondió ella como si le hubieran preguntado—. Me ha llamado todos los días para preguntarme si mi estúpido hermano se ha puesto en contacto conmigo. Seguro que se metió en algún lío de faldas; no sería la primera vez. —Belgina apartó la mirada para evitar mostrar alguna reacción a su comentario y Kristania actuó como si se le hubiera salido sin querer—. ¡Ups! ¡Lo siento! No intentaba incomodarte. Creí que ya lo habías superado.

Ella se limitó a tomar de su bebida para no responder.

Demian entró con las manos en los bolsillos y una actitud entre relajada y renuente a estar ahí, mientras que por detrás de él casi a escondidas iba alguien más con gorra y capucha, ocultando su rostro a quienes pudieran reconocerlo… aunque el truco no funcionaba con quienes sabían de su presencia. Belgina de inmediato se colocó detrás de sus amigas como si eso fuera a evitar que la viera, pero él parecía tener un radar implantado pues rápidamente la localizó entre todos, pero después de decirle algo a Demian, marchó hacia el lado contrario mientras este último miraba en dirección a Dreyson con recelo.

—…Discúlpenme, iré por algo de beber —dijo Kristania, pasándose la mano por el cabello en un ademán que parecía querer imitar los modos elegantes de Addalynn, pero que en ella lucían como un desesperado intento por llamar la atención… sobre todo, porque la mesa de las bebidas estaba justo a un lado de Demian—. ¿Vienes conmigo, Vicky?

Vicky parecía aún turbada por el asunto de Lilith, y tras mirar a las demás con sus enormes ojos topacio, se dejó conducir por Kristania.

—¿Dónde está Samuel? —preguntó Angie tras escanear el lugar con la vista.

—Dijo que necesitaba establecer contacto con el plano superior para saber qué hacer con respecto al asunto de los chicos con moretones, lo cual significa que se tomaría una siesta antes de venir —respondió Marianne, volviendo a llenar su plato de bocadillos sin realmente fijarse en lo que tomaba de la mesa, mirando de reojo hacia Demian, que hablaba con su hermana mientras Kristania se mantenía a un lado, intentando insertarse en la conversación por más que él parecía ignorarla completamente.

—¿Quieres que nos acerquemos? —preguntó Angie al ver que observaba constantemente hacia ellos, pero Marianne sacudió la cabeza.

—Aquí me quedo hasta que me harte de comida.

—…Parece que quien ya se hartó de la atención es Dreyson —agregó Angie y al voltear, Marianne vio que Dreyson simplemente se alejó del grupo reunido en torno a él, dejándolos con la palabra en la boca, y comenzaba a cruzar la estancia en dirección a ella.

—…Rayos —murmuró Marianne, buscando rápidamente con la vista una opción de escape, pero por fortuna para ella, a medio camino un grupo de chicas chocó con él, derramando sus bebidas sobre su chaqueta.

Las chicas se deshicieron en disculpas e intentaron secarlo, pero él se apartó para mantenerlas alejadas mientras observaba el daño. Su manga derecha y parte de la espalda habían quedado totalmente empapadas y chorreaban de sangría. El gesto de Dreyson era inexpresivo, pero las chicas parecían tan inquietas que acabaron retrocediendo. Él de pronto se abrió paso entre ellas y se dirigió hacia la salida, mientras las muchachas se habían hecho a un lado, temiendo que pudiera regresar.

—…Qué raro que hayan tropezado con él; estaba justo frente a ellas y no parecían distraídas —comentó Angie y Marianne volteó de soslayo hacia el otro extremo de la sala, encontrándose con la mirada esquiva de Demian, que enseguida volvía a centrar la atención en su hermana.

Si parecía culpable, Marianne no sabría decirlo, pero lo que sí transmitía era una cansada resignación de ser considerado el primer sospechoso en situaciones así, y eso le causaba remordimiento, que su primera reacción fuera buscarlo a él para aclarar toda duda cuando era precisamente eso lo que más le afectaba… Ella no quería contribuir más en ello. No quería ser esa clase de persona, pero ¿cómo cambiarlo? No se imaginaba lo que sería estar en sus zapatos.

 

Cuando el elevador llegó a la planta baja, Samael salió con expresión decepcionada ante un nuevo fracaso. Quizá necesitaría una de aquellas píldoras para dormir de nuevo, pero por lo pronto la duda prevalecía.

…Aunque lo que realmente temía era confirmar su sospecha. La sombra que Marianne había visto durante el partido no habría sido manifestada por Demian sino por ella… ¿de qué manera podría explicárselo sin ahondar en razones? Aquello podría desatar una tormenta si se llegaba a saber. Muchas preguntas para las que aún no tenía respuestas. Generaría un clima de desconfianza entre todos y hacia ella. No podía permitirlo. Debía protegerla a pesar de todo… incluso de la verdad y de ella misma.

Caminó hacia la sala de eventos por un largo pasillo que lucía solitario y silencioso a pesar del creciente ruido a medida que iba acercándose a la fiesta. Hubiera preferido quedarse en su habitación intentando contactar con el plano superior, pero había prometido hacerles compañía al menos por un rato.

Tropezó de pronto dando una breve zancada y se detuvo. Una de sus agujetas se había desatado. Se inclinó para amarrarla, y mientras lo hacía, pasaron junto a él una chica y un chico que se siguieron de largo por el corredor y los reconoció por el escudo del libro abierto. Los siguió con la mirada por un momento cuando de pronto alcanzó a ver el esbozo de una sombra desplazándose por el piso para luego surgir más adelante, condensándose hasta formar una nube oscura. El demonio de humo.

Se quedó inmóvil, esperando que en cualquier momento volteara y arremetiera contra él, pero este parecía distraído por algo más al fondo del pasillo hacia donde se habían dirigido aquellos chicos. Flotó por varios segundos sin notarlo, meciéndose en el aire hasta que de pronto se echó a volar, atravesando el corredor, pegándose a paredes y muebles para camuflarse entre las sombras. Samael se puso de pie de un brinco, sabiendo que le quedaba muy poco tiempo para decidir qué hacer. Si ponía sobre aviso a los demás, perdería de vista al demonio, y con eso la oportunidad de atraparlo; no podía permitírselo.

La única solución que se le ocurría era seguirlo a escondidas. Por supuesto, en cualquier otra circunstancia sería algo que condenaría si los demás lo hicieran, pero él disponía de medios para evitar ser descubierto, por ejemplo, su habilidad para hacerse invisible y sin duda el momento era propicio para echar mano de ella. Así que antes de que el demonio de humo se escapara, apretó las manos y corrió en aquella misma dirección a la vez que iba transparentándose, pasando de largo la entrada de la fiesta sin que nadie más lo notara.

 

—Vamos, tienen que haberse disgustado o peleado en alguna ocasión —dijo Kristania, acaparando la atención de Vicky con miras en conseguir también la de Demian, pero él permaneció a un lado bebiendo de una copa y mirando hacia el infinito con expresión aburrida—. Todos los hermanos pelean, yo discuto todo el tiempo con el mío, es lo normal.

—Pues no, siempre nos hemos llevado muy bien —respondió Vicky, volteando hacia Demian como si intentara incluirlo, pero este prefería no participar; parecía mentalmente en otro lugar—. A veces hemos tenido desacuerdos, pero termina dándome por mi lado.

—Oh, vaya, así que un hermano consentidor —agregó Kristania, dirigiendo una mirada a Demian que seguía sin darse por aludido—. El eslabón perdido; la clase de hermano que todas quisiéramos tener.

Vicky sonrió y Demian se limitó a dar un suspiro de hartazgo. A su lado, Addalynn era la compañía silente perfecta. Sostenía también un vaso del que bebía y parecía aún más aburrida que Demian.

—…Estoy dispuesto a escuchar cualquier plan de escape. Vicky es caso perdido, pero aún tenemos una oportunidad de salvarnos y huir hacia la libertad —susurró Demian y aunque Addalynn no respondió, una leve sonrisa se delineó en su rostro ante su comentario.

Kristania clavó la mirada en ellos mientras fue colocándose cuidadosamente a un lado de Addalynn. Continuó su frívola plática; su voz podía ser tan taladrante que tanto Demian como Addalynn preferían cerrar los oídos a cualquier sonido salido de ella; de no haber sido así, hubieran notado el ligero cambio de intención en su voz cuando hizo una pausa con una inflexión de sorpresa, y lo siguiente que supieron fue que el inmaculado vestido blanco de Addalynn estaba cubierto de rojo, como si hubiera sufrido un disparo al pecho.

—¡Oh, lo siento mucho! ¡Estaba tan inmersa en la plática que no me fijé! —exclamó Kristania con un tono dramático para combinar con su gesto sorprendido mientras Addalynn observaba la mancha roja extendiéndose a lo largo de su vestido—. ¡Deberías ir a cambiarte cuanto antes! ¡Ten, si quieres puedo prestarte mi abrigo para que no se note!

Se quitó a continuación su largo abrigo de lana con la mejor disposición y dejó al descubierto sus hombros desnudos y un escote más propio de una cortesana que de una chica de preparatoria. Addalynn no hizo ademán de coger el abrigo ni apartó la vista de la mancha, como si esta la hubiera hipnotizado. De pronto soltó la copa que sostenía, cayendo a los pies de Kristania y empapando sus zapatos. Esta soltó un gritito al ver su precioso calzado manchado también de rojo, pero nadie hizo caso, porque al instante Addalynn se dobló hacia el frente, llevándose las manos a la cabeza y tanto Vicky como Demian la observaron desconcertados.

—Addalynn, ¿estás…? —la pregunta de Vicky fue interrumpida por el repentino respingo de Addalynn al volver a enderezarse con el rostro desencajado y de inmediato salir corriendo de ahí. Demian y Vicky intercambiaron miradas y sin decir nada abandonaron a Kristania (demasiado ocupada tratando de limpiar sus zapatos como para notarlo) y marcharon en pos de Addalynn y los demás notaron rápido que algo estaba pasando.

La siguieron a lo largo del corredor y doblaron por varios recodos más hasta verla dirigirse hacia una de las salidas de emergencia del lugar.

“Es igual que la última vez” pensó Marianne, preguntándose hacia dónde los conduciría ahora. Por alguna razón sentía un inexplicable nudo en el pecho, pero intentó pasarlo por alto y concentrarse en Addalynn. En cuanto la vio atravesar la salida, dobló la velocidad hasta tocar la puerta al mismo tiempo que Demian. Tan solo intercambiaron una mirada, pero fue suficiente para compartir el mal presentimiento.

Empujaron la puerta de forma sincronizada y vieron a Addalynn parada frente a una fuente de intensa luz y energía al fondo que les obligó a cubrirse los ojos. Llegaron a la altura de ella y alcanzaron a ver una sombra junto a la fuente de luz, que se apartó de la fuente de energía y se marchó antes de que pudieran distinguir algún detalle de esta.

Se enfocaron en la fuente de luz para intentar discernir lo que ocurría y entonces lo vieron. Marianne sintió aquel nudo en el pecho apretando nuevamente.

—No, no, no…

Justo en el eje de todo estaba Samael, suspendido a varios metros del suelo, pegado a la pared del fondo como un imán, solo que, en vez de la solidez del muro, lo que había detrás de él era una especie de vórtice abierto de donde provenía toda aquella luz y energía que iba succionando todo… incluido él.

—¡…Samael! —gritó Marianne, pero él no podía escucharla. Estaba inmóvil e inconsciente, y lo que era peor, un gran agujero resaltaba en medio de su pecho como si hubiera sido atravesado por algo, manchando su camisa de sangre.

…Y el vórtice continuaba absorbiéndolo, como si reclamara un tributo de reemplazo por el que había sido arrancado de sus entrañas recientemente. Marianne quiso correr hacia él, pero Demian la detuvo del brazo antes de que avanzara más.

—¡No sabes lo que podría ocurrir si te acercas! —dijo Demian, alzando la voz para hacerse escuchar en medio del campo de fuerza que se había generado alrededor de aquel vórtice, y Marianne le devolvió una mirada feroz.

—¡Tú estás vivo! ¡Ahora suéltame! —replicó ella, tirando del brazo con fuerza para a continuación correr en dirección al vórtice, sorteando volutas de energía a golpes de espada, aunque pareciera un esfuerzo inútil.

Demian la seguía de cerca, intentando cubrir su espalda. Le parecía escuchar que los demás la llamaban, pero no prestaba atención, lo único en lo que podía pensar era en llegar a tiempo antes de que Samael fuera absorbido por completo por aquel vórtice.

Estaba a tan solo unos metros, podía verlo, con medio cuerpo dentro del agujero e incluso la mancha carmesí del pecho era lentamente absorbida, como si se hundiera en un remolino de agua. Necesitaba detenerlo; tenía que hacerlo antes de que lo engullera por completo. Usó toda la fuerza de la que disponía para cruzar la distancia que le restaba, guardando un último impulso para asestar la espada en el remolino, pero cuando alcanzó su objetivo, el agujero ya había terminado de absorber a Samael y acabó por cerrarse, llevándose consigo toda aquella luz y energía desencadenada, quedando únicamente el silencioso callejón apenas iluminado por unas cuantas lámparas de exterior y la hoja de la espada clavada en el muro de concreto.

El silencio que los envolvió fue apenas roto por el sonido de las respiraciones contenidas y del escaso viento que soplaba. La única reacción que le siguió a la conmoción fue la de Angie al caer de rodillas con el rostro pálido. Marianne finalmente arrancó la espada de la pared, y tras absorberla con un movimiento, volteó hacia los demás con gesto estupefacto, la desolación apoderándose de ella. Tras unos segundos, terminó posando la mirada en Addalynn.

—…Hazlo volver —dijo con voz ahogada, y ante la confusión de todos, dio unos pasos firmes al frente y alzó la voz—… ¡Tráelo de vuelta!

—¿Qué te hace pensar que puedo hacerlo? —preguntó Addalynn.

Quería decirle que ella los había conducido al vórtice que había expulsado a Demian y ahora al que se había llevado a Samael. Quería decírselo, pero en vez de eso solo se le ocurrió decir lo que le parecía la razón más válida de todas.

—¡Porque tú también eres un ángel, haz lo que tengas que hacer para que regrese!

—¿…Un ángel? —repitió Vicky, sin dar crédito a lo que escuchaba.

—¡Tu ángel guardián! ¡¿Por qué crees que te sigue siempre a todas partes?!

—¿…Qué estás haciendo? —intervino Demian y Marianne volteó hacia él con expresión cada vez más alterada y fuera de sí.

—¡Merecía saberlo! ¡Ya basta de mentiras y secretos! ¡Sé que no te agradaba y te da igual, pero no dejaré que desaparezca simplemente así! ¡Es mi ángel y lo quiero de vuelta! —exigió ella sin poder contener la desesperación que hacía temblar su cuerpo. Jadeó por unos segundos, tratando de recuperar el aliento, y al notar las miradas pasmadas de todos ante su reacción, se llevó la mano al rostro y le sorprendió sentir que su mejilla estaba húmeda. Las primeras lágrimas que recordaba en su vida… y tenía que derramarlas justo ahí, enfrente de todos.

Levantó la vista, sintiéndose expuesta, y su mirada se encontró con la de Demian; su rostro encogido en una expresión ensombrecida que iba más allá de la consternación.

Ella apretó la mano empapada de lágrimas y se alejó corriendo de ahí, cruzando la misma puerta mientras el resto permanecía en silencio y sin moverse, observando la pared donde minutos antes Samael había sido absorbido por un agujero, y debajo, el piso cubierto de su sangre.


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