CAPÍTULO 6

6. LA CHICA DE FUEGO

Esa noche el sueño de Marianne estuvo plagado de pesadillas. En ellas, varias siluetas que suponían ser los dueños de los dones caían uno por uno en su presencia, como dominós. Antes de alcanzar alguna de las esferas, éstas se unían en una sola, y a su alrededor se formaba una figura oscura que la obligaba a retroceder, temerosa. Por más que corría, ésta la seguía muy de cerca, engullendo todo a su paso, convirtiéndolo en un paisaje árido y desolado, gris como ceniza, de donde comenzaron a crecer lápidas que la hacían tropezar y caer al suelo, obligándola a arrastrarse. La figura oscura comenzó a cernirse sobre ella, y justo cuando estaba por cubrirla enteramente, despertó de golpe, hundiendo los dedos en el colchón para asegurarse de que seguía en su cama. Unos débiles rayos de sol apenas comenzaban a filtrarse por la ventana.

—¿Tuviste una pesadilla?

—Tú deberías saberlo mejor que nadie —respondió ella, sentándose en la cama y frotándose somnolienta los ojos.

—En realidad sólo puedo saber lo que piensas de forma lúcida, cualquier otro proceso de tu subconsciente lo ignoro por completo.

—Ah, vaya, al menos hay cosas que puedo mantener en secreto de ti, aunque ni siquiera yo lo recuerde del todo.

Se estiró y dio un bostezo para finalmente poner un pie fuera de la cama. Pensó aprovechar su despertar madrugador para hacerse unos panqueques, pero al llegar a la cocina, su madre ya estaba ahí.

—¿Qué haces despierta tan temprano? Aún faltan dos horas para la escuela.

—Lo mismo pregunto —contestó Marianne extrañada.

—Oh, solamente se me ocurrió que los tuve bastante descuidados esta semana, así que pensé compensarlos cocinándoles lo que les gusta. ¿Quieres?

—¿Cuál es la trampa? —preguntó la chica, entornando los ojos con desconfianza.

—¿Acaso no puede una madre tener un detalle bonito con sus hijos? —dijo indignada.

Marianne no pudo evitar mirarla con recelo. Su madre solía hacer cosas con segundas intenciones. Decidió dejar de pensar en lo que fuera que planeara por ahora y comer. Tarde o temprano la razón se revelaría.

—…Tu padre viene el fin de semana —soltó la mujer abruptamente mientras ella comía. Marianne se detuvo por un momento a procesarlo y luego continuó como si nada.

—Muy bien, gracias por avisarme —contestó con voz robótica y su madre meneó la cabeza, sabiendo que se mantendría en esa actitud por un buen rato.

Llegó a la escuela mucho antes de tiempo, pensando que eso le daría oportunidad de concentrarse en sus planes, pero apenas abrió la puerta del salón vio que alguien ya ocupaba uno de los asientos, con la cara contra el escritorio, reposando sobre sus brazos. No sabía bien quién era, pero como ocupaba la silla de Kristania, supuso que debía ser una de sus amigas.

Decidió dirigirse a su asiento, pero apenas pasó junto a ése, escuchó sus ronquidos. Empezaban como un ronroneo hasta sonar como si estuvieran arrastrando por el piso algo muy pesado, con accesos en que parecía estar ahogándose.

Se debatió entre continuar su camino o darle una sacudida, temiendo que de verdad se estuviera asfixiando, pero al siguiente ronquido se despertó con un sobresalto y alzó la cara, mostrando las marcas de los botones de sus mangas en la frente.

—¿Ya empezó la clase? —preguntó la chica con los ojos entrecerrados y arrastrando las palabras. Marianne observó bien su rostro, de piel sonrosada con algunas pecas dispersas en las mejillas, cabello rubio y leonesco, y ojos aguamarina con bordes azafranados que daban la ilusión de tener girasoles alrededor de las pupilas. No recordaba haberla visto antes, tal vez se había confundido de salón.

—No, aún falta una hora.

—Perfecto —contestó, dejando caer la cabeza nuevamente sobre el escritorio.

¿Qué se suponía que hiciera? ¿Comunicarle de su confusión de aula o esperar a que se diera cuenta por sí misma? La chica volvió a levantar la cabeza de golpe y la miró, entornando los ojos con intensidad, poniéndola en alerta al pensar que le diría algo importante, hasta que ésta levantó el brazo y la señaló.

—¡Nutella! —Acto seguido soltó una risita cantarina y volvió a caer rendida.

Marianne se quedó parada a un lado de su asiento, sin saber cómo reaccionar ni entender del todo qué acababa de ocurrir. Decidió ir a su lugar y dejar que lidiara con Kristania cuando llegara, pero tras unos minutos sentada, no pudo soportar la idea de dejarla a su merced, así que regresó y trató de despertarla, pero parecía tener el sueño demasiado pesado, por lo que comenzó a tirar de ella para sacarla del asiento.

No fue tarea fácil pues parecía anclada a la silla, pero finalmente, después de varios intentos, logró sacarla de ahí, y tras tomarla fuertemente de los brazos comenzó a arrastrarla hacia atrás. Le tomó unos 20 minutos, pero al final consiguió acomodarla en un asiento vacante al fondo y la colocó en la misma posición en la que estaba antes. A continuación regresó al suyo para descansar el tiempo que quedaba, pero no pasaron ni dos minutos y la muchacha se levantó de nuevo tras una sacudida para regresar al mismo asiento como sonámbula ante su mirada atónita. La idea de repetir todo el proceso la exasperó, pero en ese momento comenzaron a entrar sus compañeros, así que no le quedó más remedio que dejarlo así.

Cada vez que alguien entraba, dirigía una mirada a la chica desconocida que roncaba, provocando sus risas. A Marianne no le hacía gracia la situación, pero no sabía qué más podía hacer, considerando que la chica parecía comatosa.

—¿Quién es la chica en el lugar de Kristania? —preguntó Belgina al entrar, con la misma curiosidad que los demás.

—Ni idea, ya intenté despertarla, pero nada ha funcionado. No quiero imaginarme lo que hará ella cuando la vea.

—… No tendrás que imaginártelo —declaró Belgina, señalando a la entrada.

Kristania apenas dio unos pasos y se detuvo al ver que una desconocida estaba en su asiento.

—¿Quién es ésa que está en mi lugar? —Nadie supo decirle, así que se acercó al asiento y comenzó a golpear el escritorio—. ¡Oye, tú! ¡Despierta!

La chica ni se inmutó, continuó privada hasta que sonó una alarma y fue entonces que abrió los ojos. Se recogió la manga para ver su reloj y lo desactivó, dio un largo bostezo y estiró los brazos sin tomar en cuenta las miradas de los demás y el creciente disgusto de Kristania.

—¡A tiempo! —dijo ella como si estuviera en su propio mundo y sólo hasta entonces se dio cuenta de que todos la miraban—…¿Hola?

—¡Estás sentada en mi lugar!

La chica miró el escritorio y luego hacia ella.

—Na-ah, éste es mi lugar, incluso tiene mis iniciales —afirmó ella, abriendo la compuerta del escritorio y mostrando que tenía unas iniciales grabadas en la superficie de la madera, convirtiendo la situación en algo todavía más extraño.

—¡Me he sentado en este escritorio desde que empezamos primer año!

—Yo también —respondió la chica, imitando la inflexión de su voz, encendiendo más la mecha que haría a Kristania explotar en cualquier momento, pero antes de que pudiera decir cualquier otra cosa, llegó la profesora y todos se sentaron en sus lugares, menos ella, que permaneció de pie junto al escritorio.

—¡Maestra, dígale que está sentada en mi lugar! —exigió Kristania con un tono extremadamente chillón mientras la rubia gesticulaba para emularla.

—Hoy llegué temprano —dijo la chica en tono triunfal y la profesora suspiró al verla.

—…Sí, ya vi, ahora cámbiate de asiento, por favor, habrá sido tu lugar hace un año, pero ya no lo es.

La chica hizo una mueca de indignación y no le quedó de otra más que levantarse e irse al asiento libre en la parte trasera. Se sentó sin dejar de hacer pucheros, enrojeciendo su rostro. La maestra comenzó a repartir distintos temas para investigar en equipo para la clase siguiente y todos comenzaron a organizarse rápidamente. Marianne dirigió la vista hacia Angie, pero Kristania ya la había acaparado para su equipo.

Pronto, el resto del salón ya se había formado en equipos de tres o cuatro, mientras la chica recién llegada miraba con anhelo hacia todos lados. Al darse cuenta, Marianne le hizo una seña a Belgina, y después de intercambiar miradas la llamaron.

—Oye, ¿quieres venir con nosotras?

La chica de inmediato dibujó en su rostro la mayor sonrisa que habían visto en sus vidas y arrastró su silla hacia ellas, produciendo un sonido chirriante que atrajo las miradas de los demás, aunque eso no parecía importarle mucho. Todo lo referente a ella parecía ser en extremo estridente.

—¡Gracias! No es fácil regresar y descubrir que soy la única que queda de mi antigua clase, pero agradezco su gentileza al aceptarme, de verdad. ¡Oh, lo siento! ¡Qué mala educación tengo! Ni siquiera me he presentado. Mi nombre es Lilith, tengo dieciséis, soy libra y una orgullosa lissener, mucho gusto.

Las dos chicas parecían abrumadas ante su presentación, pero eventualmente también se  presentaron y trataron de mantener el curso de la conversación con respecto a su investigación, por más que Lilith constantemente divagaba cada vez que tomaba la palabra, hablando sin parar de su obsesión por un cantante llamado Lissen Rox y mostrándoles sus libretas llenas de imágenes suyas.

Ellas no tenían idea de qué responder a aquella disertación, pero por suerte para ellas pronto fue hora para seguir recorriendo los clubes.

—¿Les importa si voy con ustedes? —la chica preguntó, esperanzada. Al ver aquellos ojos de cachorro, les fue imposible rehusarse y la rubia se colocó en medio de ellas, colgándose de sus brazos.

Ambas se miraron desconcertadas ante su exceso de confianza, pero decidieron no darle importancia e ignorar las risitas de sus compañeros que ya la habían tomado de burla, aunque ella ni parecía darse cuenta.

Al percatarse de que los estaban conduciendo al gimnasio, Marianne y Belgina volvieron a intercambiar miradas preocupadas, y aunque ellas no lo notaron, Angie las observaba de manera sospechosa. La profesora anunció que en ese momento verían al club de Tae kwon do y Kristania no tardó en pasar de un extremo a otro del grupo.

—Creo que ahora sé quién se encuentra ahí —señaló Marianne, girando los ojos con hastío y Belgina respondió con una ligera sonrisa.

El gimnasio parecía no haber sufrido destrozo alguno, aunque todavía quedaban algunas marcas en las tablas del piso. Demian traía puesto un dobok y realizaba unos estiramientos, pero en cuanto vio a las chicas entrar, dejó lo que hacía y esperó a que se acercaran.

—Hola, ¿estás bien? No recuerdo qué pasó, sólo que perdí el conocimiento y de repente ya no estabas —preguntó Demian, dirigiéndose a Belgina con genuina preocupación mientras Kristania  languidecía a un lado, ignorada.

—Yo… me quedé escondida hasta que pasó todo —respondió la chica de lentes, sorprendida ante su interés.

—Menos mal. Ni siquiera sé tu nombre, sólo que eres amiga de la gruñona —continuó él, señalando a Marianne, y ella lo miró con cara de pocos amigos.

—Soy Belgina, gracias por preocuparte.

Al darse la mano, un grito ahogado de Kristania los interrumpió.

—¡Demian, ¿qué te pasó?! —exclamó, señalando su rostro.

Un moretón se extendía por toda su sien izquierda, y Marianne de inmediato apartó la vista, sabiendo que ella había sido la causante de aquel golpe.

—No es nada, debió ocurrir cuando caí inconsciente —afirmó él, manteniendo su distancia de Kristania. Marianne no entendía por qué mentía. Según Belgina, había quedado asentado de manera oficial que había sido atacado por ella. Por esa razón ya no había ningún agente vigilándolo.

—¡Hola, soy Lilith! No me conoces pero yo a ti sí. Bueno, ¿quién no te conoce en esta escuela, verdad? —Se presentó Lilith entre risas, tomándole la mano a manera de saludo y tirando de él para decirle algo más a modo de secreto—. Por cierto, yo que tú evitaba a la loca histérica de allá. Si te descuidas, es capaz de quitarte hasta el alma, es como un dementor.

Demian no pudo evitar una risa al darse cuenta de que se refería a Kristania, y ella al escuchar, lanzó un bufido de indignación y se alejó de ahí dando zapatazos. A Marianne ya le agradaba Lilith, pero definitivamente eso le daba más puntos a favor.

—¿Hoy ni siquiera te quejarás de mí? —preguntó él al notar que ella no decía nada.

—Me daré por bien servida si ya no vuelvo a verte después de este club.

—Estás de suerte, sólo podemos unirnos a tres, pero mientras me sigas debiendo los lentes no te librarás aún de mí —replicó él con un guiño y regresando hacia el centro con sus compañeros del club para dar inicio a la demostración, mientras ella rechinaba los dientes con irritación.

Permanecieron ahí el tiempo que duró la demostración del club, período en el que Kristania no pudo quedarse callada e irrumpió en gritos de apoyo para Demian en plena exhibición, provocándole otro momento bochornoso entre sus compañeros.

—No conoce la vergüenza —dijo Marianne, meneando la cabeza.

—¡Qué lindo se ve sonrojado! —señaló Lilith, soltando otra risita—. Hay que hacer que se avergüence más seguido, sólo por diversión.

—No creo que le cause gracia —aseveró Belgina, desaprobando totalmente la medida—. Bastante estrés tiene ya con ella siguiéndolo a todas partes.

—No quiero culpar a nadie, pero él se lo buscó —afirmó Marianne.

—Tampoco es como que hubiera tenido forma de saber lo que pasaría al salir con ella —lo justificó Belgina, y ella le dedicó una mirada interrogante por aquel repentino arranque defensivo.

—Aguarden un momento… ¿esa gritona salió con Demian? —preguntó Lilith, señalando sorprendida a Kristania que era de nueva cuenta silenciada por la profesora—. ¿Medusa salió con Perseo? ¿Es en serio?

Ambas terminaron riéndose ante sus palabras, aligerando las cosas nuevamente.

El último club que visitaron ese día fue el de arte, al que algunos de sus compañeros de clases ya pertenecían.

—¿Quiénes quieren modelar para nuestros estudiantes? —propuso la profesora y Lilith de inmediato levantó la mano y la agitó frenéticamente, tras lo cual fue a colocarse en posición, arrastrando a Marianne y Belgina con ella a pesar de sus protestas.

Kristania decidió que también posaría, tirando de pronto de su par de compinches para de igual forma colocarse frente a los estudiantes de dibujo en una clara intención por competir con el otro trío. Angie permaneció a un lado como simple observadora. Lucía demacrada y se frotaba constantemente el hombro como si algo le incomodara.

—¿Ya está listo? —repetía Lilith constantemente al chico que la dibujaba.

—Ya casi, aguanta —respondió el muchacho mientras las demás ya tenían sus retratos en las manos.

—Ésta es una visión interesante de mí —comentó Marianne, mirando el suyo que la representaba al estilo cubista.

—El mío también —la secundó Belgina, dándole vueltas al suyo, intentando encontrarle sentido. Lilith se iba impacientando cada vez más hasta que el chico soltó el lápiz y ella de inmediato se desplazó a su lado para verlo.

—Listo, si hubiera tenido un poco más de tiempo y usado algo de color habría quedado mejor —aseguró mientras ella observaba maravillada el dibujo que la representaba en una versión renacentista con el cabello al aire y expresión serena.

—¡Esto es increíble! —exclamó ella, conmovida con el dibujo—. ¡Es la cosa más hermosa que han hecho de mí! ¡Tienes un gran talento!

—Es muy bueno, Renzo —lo felicitó Belgina y él asintió agradecido.

—Así que te llamas Renzo, ¿cómo es que no te noté en el salón? —expresó Lilith, colocando los codos en el restirador y apoyando la barbilla sobre sus manos en un evidente gesto de flirteo que sacó de balance al muchacho.

—Ah… bueno, debe ser porque casi no hablo en clases y… —tartamudeó el chico de piel lechosa y ojos oscuros, con unas pestañas tan espesas que parecían cepillos.

Lilith se mantuvo en aquella pose, sonriéndole coqueta al muchacho, que dio un paso hacia atrás y tropezó accidentalmente con una de las patas del restirador, cayendo todo su material al piso. Las chicas hicieron lo posible por recogerlo todo y Marianne persiguió una hoja hasta alcanzarla en la puerta. Al darle la vuelta, se dio cuenta de que era un dibujo de Kristania en un campo de flores. Era tan hermoso que le daba escalofríos pensar así de algo que la tenía a ella de protagonista.

—¡Gracias! —Renzo apareció de improviso y le arrebató la hoja con rapidez, llevándosela a la chaqueta de forma protectora. Su mirada era nerviosa, como si pensara que diría algo al respecto, pero Marianne forzó una sonrisa y asintió con la cabeza.

—De nada —dijo, dándose la vuelta y regresando con las chicas—. ¿Nos vamos?

—¿Qué pasó? —preguntó Belgina al darse cuenta de su apuro por salir.

—Creo que me enteré de algo que no debía —susurró Marianne, mientras Lilith estaba tan embobada con su retrato que no parecía reparar en nada más a su alrededor.

—Detente, tengo un presentimiento —la alertó Samael y Marianne se detuvo, seguida de las muchachas que la observaron extrañadas—… No, espera, continúa.

—¡Decídete! —musitó Marianne, fingiendo que se amarraba las agujetas para que Lilith y Belgina no sospecharan

—Continúa, pero debes mantenerte alerta.

Ella dio un profundo suspiro para relajarse y continuó su camino.

—Deberíamos comenzar a hacer esa investigación —les recordó Belgina mientras Marianne miraba atenta alrededor, tal y como había pedido Samael—. ¿Les parece si vamos a la biblioteca?

—¡Yo tengo mucha hambre! Discutámoslo mientras comemos. Hay una cafetería aquí muy cerca de la escuela, podemos comer ahí. Incluso conozco un atajo —sugirió Lilith. Belgina no estaba muy convencida, pero Marianne aceptó para seguir cerca por si ocurría algo tras la advertencia de Samael.

Lilith iba al frente, conduciéndolas en dirección al estacionamiento mientras Marianne permanecía detrás, preguntándose qué clase de persona sería susceptible al siguiente ataque, repasando cada uno de los lugares en donde habían estado desde esa mañana.

En el camino se percató que Angie salía de la enfermería. Pensó en llamarla, pero se veía tan reservada, como si estuviera ocultando algo, que decidió no hacerlo.

Al momento en que la vio marcharse, se dio cuenta de que algo se le había caído al piso. Lo recogió y vio que se trataba de una tira de tabletas desconocidas para ella, lo cual no era mucho decir, tomando en cuenta que únicamente conocía las aspirinas.

—¿Qué estás esperando? —la llamó Lilith y Marianne se guardó la tira en el bolsillo para luego echarse a correr detrás de ellas.

Salieron justamente por la parte lateral de la escuela, y del otro lado de la avenida estaba la cafetería de la que hablaba Lilith. El letrero decía “Retroganzza” con enormes letras rojas que adornaban la entrada.

En la fachada resaltaban detalles retro que la hacían parecer una cafetería sesentera y su interior no hacía más que acentuar aquel estilo con muebles y decorado vintage, incluyendo una rockola que no sabían si funcionaba o era de adorno, pero le daba un aspecto increíble, como si hubieran entrado en una máquina del tiempo.

Se sentaron en una de las mesas junto al gran ventanal que daba a la calle y miraron el menú que estaba dispuesto en tarjetas plastificadas que colgaban de un dispensador sobre la mesa. Éste se dividía en cuatro partes, uno para bebidas, otro para especialidades, el tercero para los platillos del día y por último el de postres.

Estaban tan distraídas viendo el menú que no se dieron cuenta cuando alguien se acercó a pedir su orden.

—¿Van a ordenar algo?

Marianne levantó la mirada y casi da un salto de su asiento al ver a Demian con pluma y cuaderno, esperando por sus órdenes.

—¿…Es broma? ¿Tú aquí? ¿Por qué tienes que arruinar también mi comida?

Él se limitó a mirarla sin inmutarse y se dirigió a Lilith y Belgina como si no la hubiera escuchado.

—Les recomiendo las hamburguesas a la parrilla, son las mejores que podrán encontrar en la ciudad. Y las malteadas también.

—¡Todo lo que recomiendes está bien para mí! ¡Y en porción doble si se puede, por favor! —pidió Lilith de buena gana, balanceándose en su silla con una gran sonrisa.

—¡Es como si estuviera atrapada en la dimensión desconocida! —continuó Marianne, frustrada.

—También hay ensaladas si prefieren algo más ligero —agregó Demian, ignorando sus quejas por completo.

—La ensalada César para mí, gracias. No sabíamos que trabajabas en este lugar —comentó Belgina, tampoco prestando atención a las protestas de su amiga.

—Apenas comencé hoy. Después de todos los problemas en los que estuve metido la semana pasada, mi padre me obligó a buscar un trabajo de medio tiempo —explicó Demian mientras apuntaba las órdenes—. Como si no tuviera bastantes ocupaciones ya.

—Supongo que de alguna manera yo también resultaré responsable de eso.

—Pues supones bien, porque a partir del accidente que TÚ provocaste me tiene en la mira. Me ha quitado el auto y me tiene vigilado hasta que le demuestre que puede volver a confiar en mí. Muchas gracias, de verdad.

—¡Es el colmo! —exclamó Marianne, cruzándose de brazos y dejándose caer enfadada sobre su asiento.

—¡Relájate y ordena algo! —la animó Lilith, meciéndose hacia el frente.

—¡Se me ha quitado el hambre, coman ustedes!

—En un momento traigo sus órdenes entonces —finalizó Demian, vacilando antes de alejarse—… Por cierto, no vayan a decirle a… ya saben quién que estoy trabajando aquí.

—¡Hey, tú alimentaste al troll, así que es tu problema ahora! —espetó Marianne.

—Descuida, no diremos nada —intervino Belgina y él sacudió la cabeza en forma de agradecimiento antes de marcharse.

—¿Por qué eres tan mala con él? Tan lindo y amable que es —dijo Lilith, sacudiendo la cabeza con desaprobación

—¡¿Yo soy la mala?!

—Los dos son igual de mezquinos, sólo que él lo disimula más —apostilló Belgina mientras tomaba unos apuntes en su libreta.

—¡No soy mezquina! —insistió Marianne y en eso vieron a Lilith saltar de su asiento.

—¡Ahí está Renzo! —señaló hacia el extremo contrario. El chico estaba ahí sentado, con su mano moviéndose convulsivamente sobre una hoja en blanco y una mirada de concentración total—. ¡Qué intenso! Seguro debe estar trabajando en otra de sus obras.

—Si tan sólo pudiéramos dedicarnos de esa forma a la investigación que debemos entregar —puntualizó Belgina, tratando de devolver su atención al trabajo.

—¡Iré con él! ¿O no creen que deba? ¿Me veré muy obvia?

—No creo que debas… —Marianne intentó detenerla, pero ella ya estaba de pie, acomodándose el uniforme.

—¡Al diablo! Las chicas también podemos tomar la iniciativa, ¡deséenme suerte! —Se adelantó con la atención fija en aquel muchacho, dejando a las dos chicas abrumadas por su constante falta de enfoque.

—Esto no va a terminar nada bien —auguró Marianne, meneando la cabeza.

—Tienes razón, se nos acaba el día y aún no hemos hecho nada.

—No es eso. Si Lilith no se da cuenta pronto, ese chico le romperá el corazón.

—Dijiste que te habías enterado de algo que no debías, ¿a eso te refieres?

Marianne asintió, viendo cómo Lilith se había puesto a platicar muy animada con el muchacho de pestañas de cepillo.

—Descubrí que le gusta Kristania —susurró para que nadie más la escuchara.

—Ah, eso. Es un secreto a voces, todo mundo lo sabe, hasta Kristania, y eso lo usa a su conveniencia —respondió Belgina sin sorpresa alguna—. ¿Podemos concentrarnos ahora en el trabajo de investigación?

—Aquí tienen —anunció Demian, llevando sus pedidos—. Ensalada para ti, doble hamburguesa y malteadas por aquí, y… —Asentó una hamburguesa más frente a Marianne, que miró el plato confundida—. Cortesía de la casa.

—Yo no ordené nada… ¿qué le pusiste? —preguntó ella con suspicacia.

—Es sólo un pequeño ofrecimiento de paz, hecho especialmente para ti —dijo Demian con un esbozo de sonrisa que la hizo sospechar más.

—Por lo que a mí respecta podrías intentar envenenarme.

Al decir esto, apartó el plato con desconfianza.

—¿Cómo crees que voy a envenenarte en mi primer día de trabajo? Más adelante no prometo nada, pero por ahora estás a salvo mientras esté a prueba —afirmó él todo sonrisas, provocando también la risa de Belgina y la mirada de desaprobación de Marianne.

—Vamos, no exageres —la alentó Belgina, aguantándose la risa—. Cualquier cosa, prometo vengarte.

—¡Ahora simplemente se están burlando de mí!

—Adelante, dale una mordida. Te reto —añadió él con mirada desafiante y ella torció la boca. Si le había puesto algo a la hamburguesa en represalia y en ese momento jugaba con su mente sólo para demostrar un punto, pensó entonces en darle una lección, así que tomó la hamburguesa entre las manos, y le dio una gran mordida que apenas y le permitía cerrar la boca.

—¡¿Contentos?!

—Felicidades, has dado un pequeño paso para dejar de ser tan desconfiada —comentó Demian, dejando unas pastillas a un lado de ella y marchándose de ahí—. Ahora te dejo el antídoto, mientras más pronto lo tomes, mejor.

—¡¿Antídoto?! —exclamó ella, cubriéndose a la boca con horror.

—Son mentas, tranquila —le mostró Belgina y ella apoyó los codos en la mesa, arrepentida de haber caído en su treta para sacarla de quicio.

Lilith volvió entonces dando pasos ligeros como si estuviera dentro de una burbuja y se mantuviera flotando en el espacio donde estaba su silla.

—Es como un sueño —suspiró la jovial rubia—. Me pidió que fuera su modelo para su próxima pintura.

—¿Cómo que te lo pidió?

—Después de comer debe regresar al taller de artes para comenzarlo. Sus obras son realmente fantásticas y se le ve la pasión en los ojos cuando está trabajando en ellas, ¡es increíble! Me emociona poder ser parte de algo en lo que pone tanto esfuerzo, y no voy a negarlo, también por poder compartir tiempo con él —contó Lilith eufórica y tanto Marianne como Belgina se miraron, sabiendo lo que eso significaba.

—Tal vez no deberías entusiasmarte tanto —trató Marianne de disuadirla, pero ella estaba ya en otro de sus ataques frenéticos de emoción.

—¡Debería terminar de comer rápido o lo retrasaré! —dijo ella con decisión y comenzó a llevarse a la boca todo lo que tenía en frente, devorándolo por completo en cuestión de minutos e incluso echándole el ojo a la hamburguesa de Marianne a pesar de que todavía tenía la boca llena—. ¿Te vas a comer eso?

Ella temió interponerse entre la voraz chica y la hamburguesa, así que le acercó el plato, procurando apartar la mano con rapidez antes de que la tomara igual por alimento.

—¡Delicioso! Si no fuera porque debo apurarme pediría un postre. Hay que repetir esto, ¿no creen? ¡Estoy tan feliz de haberlas conocido! Bueno, tengo un trabajo de modelo que realizar. Podría ser el inicio de una carrera y algún día salir en un video de Lissen Rox.

Terminó con una pose antes de salir corriendo de ahí, dejando a ambas chicas mareadas entre tanto parloteo y movimiento de su parte.

—Supongo que de la investigación ni hablamos —concluyó Belgina, cerrando su libreta con resignación.

—¡Y además tendremos que pagar por su orden! —señaló Marianne al revisar por toda la mesa y darse cuenta de que no había dejado nada.

No era a propósito. Lilith simplemente era demasiado descuidada y cualquier emoción nueva la hacía olvidar hasta el piso en el que estaba parada. Era además demasiado inquieta, lo que  la convertía en un verdadero reto como modelo.

Ahí estaba ella, de pie sobre un pequeño taburete, intentando mantener el equilibrio con una extensa tela blanca envolviéndola como si fuera un himatión, llevando un ramo de flores en una mano y la otra alzada de forma que pareciera estar apuntando hacia arriba.

A pesar de su incomodidad y de estar frecuentemente a punto de caer, no paraba de hablar, como si su centro de balance se localizara en su garganta y éste dependiera de que continuara hablando.

—¿Falta mucho? —preguntó Lilith, balanceándose peligrosamente sobre el taburete.

—Ya casi, sólo faltan unos pequeños detalles, pero ya puedes bajar.

Ella no lo pensó dos veces y se bajó de un salto, recogiendo la tela del suelo y acercándose a ver la pintura. Ésta la retrataba como una diosa griega cubierta de flores que manaban de la mano que sostenía el ramo y la otra al aire con un ave posándose sobre ella, lo único que faltaba era terminar el rostro y darle color al cabello.

—¡Está quedando hermoso! —exclamó cautivada y tratando de contener las lágrimas de emoción—. ¡Perdón, es que el hecho de ser partícipe de algo así… no tengo palabras para explicar lo que siento!

—No, al contrario, gracias por ayudarme con esto —dijo el muchacho sin despegar la vista de la pintura, visualizándola ya completa, mientras Lilith lo contemplaba a él.

—A mí me parece algo corriente, pero como bien dicen el arte es subjetivo —interrumpió una voz que los tomó por sorpresa. Lilith fue de pronto empujada contra el taburete y los lienzos en blanco que había al fondo.

Marianne y Belgina esperaban afuera cuando escucharon el ruido y, más rápido que sus pensamientos, materializaron sus armaduras y abrieron la puerta. Lilith estaba en el suelo, enredada en la tela que traía encima, mientras Umber detenía a Renzo por el cuello.

—¡Sácala de aquí, yo iré por él!

Mientras Belgina trataba de ayudar a Lilith a desenredarse, Marianne iba espada en mano directo hacia Umber. Éste ni siquiera se movía, como si estuviera esperándola, así que ella se detuvo, pensando que podría ser una trampa, pero fue demasiado tarde. Ashelow se escurrió como sombra detrás de ella y la inmovilizó.

Una columna de viento golpeó entonces contra Umber, pero éste lo devolvió hacia Belgina con la mano libre, tumbándola contra la pared.

—Así que ella es la nueva. Bueno, no importa, es igual de inútil que la primera.

Umber alzó al muchacho y torció los dedos justo antes de clavarlos en su pecho. Ninguno pudo prever lo que ocurrió a continuación, al sacar la esfera y dejar caer el cuerpo. Lilith atravesó la distancia que los separaba y se fue contra el demonio, derribándolo para sorpresa de todos.

—Ignis —enunció Samael mientras Marianne aún estaba demasiado impresionada para reaccionar—. ¡Rápido, tienes que sacarla de aquí!

Ella abrió más los ojos al entender a lo que se refería y aprovechó el aturdimiento momentáneo para soltarse y llevarse a Lilith de ahí, tomando de paso el don.

—¡Síguelas! —ordenó Umber.

—¡¿Podrás distraerlos?! —preguntó Marianne al pasar junto a Belgina y ésta asintió, comenzando a lanzar todo lo que tenía a su alrededor con ráfagas de viento para bloquearle la vista a Ashelow mientras ellas salían corriendo de ahí.

Marianne empujó a Lilith hacia una de las bodegas y cerró la puerta, exhausta.

—¡Tengo que volver por Renzo!

Lilith intentó salir a pesar de los intentos de Marianne por retenerla, hasta que se llevó las manos al casco, desprendiéndolo de la armadura como si fuera una pieza desmontable y quitándoselo para mostrar su rostro, dejándola muda de la impresión.

—No hagas preguntas, luego te explico. Lo principal que debes saber es que… todo parece indicar que eres como nosotras, y si quieres ayudar a Renzo y que recupere esto —mostró la esfera brillante que tenía en las manos—, tienes que hacer lo que te digo.

Lilith asintió de forma frenética, como si la estuviera amenazando, y finalmente logró articular una frase.

—¡…Eres la que ha estado saliendo en las noticias! —señaló ella con cautela.

—Corrección, somos Belgina y yo —recalcó Marianne, colocándose nuevamente el casco—. Y tú también lo serás, sólo debes seguir mis indicaciones. Concentra todo ese coraje que sentiste cuando tacleaste a ese demonio.

—…Fue genial, ¿verdad? —expresó ella con una sonrisa nerviosa.

El grito de Belgina las sacó de concentración. Marianne salió de ahí y la vio del otro extremo en el suelo, su brazo colgando laxo mientras Ashelow se preparaba para otro ataque.

—¡…Hey! ¿Quieres esto? —dijo ella, sosteniendo en alto la esfera para llamar su atención—. ¡Ven por él, entonces!

A continuación se echó a correr de regreso al taller de artes, no sin antes dirigirle a Lilith un movimiento asertivo con la cabeza.

Ella se quedó de pie detrás del marco de la puerta, tratando de pensar qué hacer, y finalmente se decidió a ir por Belgina, que seguía sujetándose adolorida el brazo.

—…Creo que está dislocado —conjeturó ella mientras la rubia no sabía de qué forma revisarla, siendo la armadura un impedimento, así que decidió ayudarla a levantarse y la llevó de vuelta hasta la bodega, donde la dejó encerrada sin dar explicaciones—…¡Espera, ¿qué haces?!

—¡No te preocupes, todo saldrá bien!

—Otra pérdida de tiempo —expresó Umber malencarado en cuanto la esfera fue expulsada del contenedor. El grabado decía “Artístico”. La dejó caer en el suelo, apartando de una patada el cuerpo del muchacho mientras Ashelow sujetaba a Marianne a un lado—. Deshazte de todo. Cualquier fallo ya sabes cómo se paga.

Ashelow se estremeció ante aquella amenaza y solamente asintió mientras lo veía desaparecer. Acto seguido lanzó a Marianne al piso y las miles de fibras que formaban parte de su vestimenta parecieron cobrar vida, atándola. Sus brazos eran libres ahora para poder atacarla y por un breve momento ella pudo notar las marcas que tenía en el abdomen y que se extendían hacia su espalda, pero no les prestó mucha atención pues estaba demasiado ocupada buscando la forma de soltarse.

Él alargó los dedos hasta transformarlos en cuchillas, pero antes de llegar a atacarla con éstas, algo golpeó su espalda, ocasionando que las fibras la soltaran y saliera expulsado hasta estrellarse contra la pared. Marianne se incorporó confundida y notó que Ashelow tenía la espalda ardiendo en fuego, provocando que aquellas fibras vivientes se enroscaran al consumirse, dejando al descubierto las marcas de latigazos y golpes que cubrían su espalda.

—¡Wow, eso fue increíble!

Marianne dio un salto al escuchar la voz y giró para encontrarse ante ella una figura con una armadura en color granate.

—Li… —Se detuvo antes de terminar la frase y ella sonrió bajo aquel casco moldeado como si estuviera en llamas.

—Tenías razón, ¿puedes creerlo? —dijo ella, extendiendo los brazos para mostrar su traje completo.

—Otra más.

Ambas se pusieron de inmediato en pose defensiva mientras Ashelow se levantaba y las fibras de su traje iban cubriendo de nuevo su piel.

—¡Apenas estoy entrando en calor! ¿Quieres más de mí? —lo retó Lilith, tronándose los nudillos.

—¿Por qué? ¿Por qué tenía que aparecer otra? ¿POR QUÉ? —exclamó Ashelow con tono desesperado, desapareciendo en medio de una explosión de cenizas, momento que Marianne aprovechó para recoger nuevamente el don y devolvérselo a Renzo, mientras Lilith daba vueltas a su alrededor para no perder detalle.

—¿Se pondrá bien?

—No te preocupes por él, sólo deja que recupere el sentido —respondió, poniéndose en pie nuevamente—. ¿Dónde está Belgina?

Lilith soltó una risita nerviosa y unos minutos más tarde abrían la puerta de la bodega. Belgina estaba en el suelo, deteniendo su brazo fuertemente. Estaba tan adolorida que ni siquiera consiguió reaccionar apropiadamente al ver a Lilith con armadura.

—Tranquila, esto debe ayudar, aunque advierto que te va a doler —la alertó Lilith, acercándose y haciéndole una seña a Marianne para que la sostuviera.

La chica tiró de su brazo y algo crujió, seguido del grito de Belgina amortiguado por una pieza de tela que le habían dado para que mordiera.

—Habrá que llevarla al hospital por si tiene alguna fractura.

—¿Dónde aprendiste eso?

—Mi mamá es enfermera. ¡Podríamos llevarla con ella! —Entre las dos ayudaron a Belgina a ponerse de pie mientras sus armaduras se retraían para sorpresa de Lilith—. ¿Es normal que ocurra eso? —Ambas asintieron a la vez que salían de la bodega—. ¿Creen que pueda…?

—Adelante, alguien tiene que estar ahí para explicarle que todo está bien —asintió Marianne y ella fue corriendo con una gran sonrisa hacia el taller.

Renzo continuaba inconsciente, así que intentó levantarlo un poco y recoger sus materiales, reuniéndolos y ordenándolos para que encontrara todo tal y como lo había dejado, pero al tomar su portafolio, éste se abrió y pudo ver en su interior la gran cantidad de dibujos que tenía hechos de Kristania. Su rostro de inmediato ensombreció.

Él comenzó a recuperar la conciencia, así que volvió a guardar las hojas en el portafolio y se limitó a hacerle creer que se había desmayado y todo lo demás lo había imaginado. No tuvo que decir nada más, lo dejó para que terminara su obra y se marchó de ahí, uniéndose a sus nuevas amigas.

Las chicas ni siquiera necesitaron preguntarle por su repentino cambio de actitud, sabían que era cuestión de tiempo para que se diera cuenta.

La chica de fuego se había apagado a la misma velocidad con que se encendía, y ella sabía lo peligroso que era regresar a ese estado, a las cenizas. Debía encontrar pronto la forma de reavivar las brasas por su propio bien.


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