CAPÍTULO 7

7. CULPA AL CORAZÓN

Fractura en el antebrazo izquierdo, ése fue el diagnóstico para Belgina. Irónicamente, la ventaja de la flexibilidad de sus armaduras había resultado para ella un perjuicio. A pesar de todo, su madre no parecía muy sorprendida de verla enyesada y con cabestrillo.

—Solía practicar gimnasia cuando era niña, así que me la pasaba con fracturas todo el tiempo. Pero tuve que dejarlo para no descuidar mis estudios —les explicó ella.

De repente aquellos increíbles actos de acrobacia que había llevado a cabo ahora cobraban sentido. En algún momento, Marianne llegó a pensar que se trataba de una habilidad adquirida como Angel Warrior, pero teniendo ese antecedente ya no se sentía tan inútil por no poder realizarlos. Eso le recordaba que definitivamente debían retomar sus planes de preparación física que ahora incluían a una más en el equipo.

—Estaba pensando que deberíamos preocuparnos por nuestra condición física —propuso Marianne—. Para poder dar una mejor batalla la próxima vez.

—¿Te refieres a entrenar o algo así? —preguntó Belgina y ella asintió—. Yo no puedo hacer mucho con el brazo en estas condiciones, tendré la escayola unas 3 semanas.

—Bueno, yo pensaba que podríamos unirnos a algún club.

—Me parece bien —consintió Lilith. Era más de lo que había dicho esa mañana.

—Por cierto, me tomé la libertad de adelantar el trabajo de investigación —añadió Belgina, sacando unas hojas impresas con su brazo disponible.

—¡Lo olvidé! Lo siento mucho, te compensaremos a la próxima —aseguró Marianne mientras Lilith miraba con atención hacia la puerta y ellas siguieron su ejemplo.

Kristania entraba en ese momento llevando un paquete de un metro de altura, envuelto como si fuera un regalo; sus amigas la rodearon ansiosas por saber lo que había bajo la envoltura, así que sin más preámbulo rasgó el papel.

—Es un regalo de Renzo, ¿pueden creerlo? Sigue pensando que le haré caso. —Arrancó el forro de papel, descubriendo un cuadro, el mismo para el que Lilith había posado, pero con la cara de Kristania. Ésta se echó a reír al verlo—. Qué ridículo.

Marianne y Belgina miraron a Lilith, pensando que sus esfuerzos por animarla ese día se  habían arruinado, pero ella se puso de pie, caminó hasta Kristania y chocó contra ella a propósito, provocando que dejara caer el cuadro y pasando por encima de él.

—Ups, déjame ayudarte con eso —dijo ella, inclinándose para recogerlo y destrozando el lienzo de paso, todo esto ante sus rostros estupefactos—. Ohhh, qué pena. Lo siento. Tengo manos de mantequilla. —Se encogió de hombros y regresó a su asiento como si nada—. ¡Mucho mejor! ¿En qué estábamos? ¿A qué club nos íbamos a unir?

Las chicas quedaron boquiabiertas primero y luego trataron de aguantar la risa tras asimilar lo que había hecho. Sin duda Lilith era impredecible y no dejaba de sorprender, pero habían congeniado demasiado bien a pesar de ser tan opuestas.

Mientras tanto, Angie las observaba de forma extraña desde su asiento.

A la hora de recorrer los clubes, les fue proporcionado un horario, dándoles la libertad de escoger cuál visitar primero. Tanto Marianne como Lilith estaban de acuerdo en pasar por los clubes deportivos para decidir a cuál unirse y Belgina estaba más interesada en volver a la zona de laboratorios, pero aún así las acompañó.

El equipo de gimnasia parecía el más diverso, tenía tanto hombres como mujeres de integrantes, y en toda la sala estaban dispuestos los distintos aparatos que usaban para sus actividades. Había un grupo concentrado en las barras paralelas, mientras otros practicaban en el potro, en la barra de equilibrio o colgaban de los anillos.

—¿Hacías todo eso, Belgina? —preguntó Marianne, sintiéndose adolorida tan sólo de verlos doblar sus cuerpos a voluntad.

—De cada aparato me llevé mínimo dos fracturas, pero eso fue hace tantos años que sería difícil retomarlo.

—Se supone que hay que empezar desde pequeños, porque los que empiezan tarde se la pasan así —señaló Lilith hacia un grupo de estudiantes que caía constantemente de la barra de equilibrio y otros que al intentar saltar el potro terminaban de cara contra el colchón—… Ufff, yo creo que paso.

—Aunque lo hayas practicado de niña, creo que bien podrías retomarlo, Belgina. Los movimientos que mostraste anteriormente fueron increíbles.

—Creo que preferiría una práctica cerrada entre las tres, no tenemos por qué involucrar a nadie más en esto.

—Bueno, pero aún nos quedan otros clubes que tomar en cuenta, no descartemos otras posibilidades —intervino Lilith, sacando el horario mientras Kristania y sus amigas entraban, mirándolas con arrogancia y diciéndose algo en secreto para luego sentarse lo más alejadas posible—. ¡Si van a decir algo de nosotras díganlo en nuestras caras!

—Lilith, no, por favor —murmuró Belgina, tratando de evitar más conflictos.

—¡Con mucho gusto! —contestó Kristania, incorporándose de nuevo con aire altivo—. Destrozar propiedad ajena se me hace un acto poco civilizado, pero no te culpo, se ve claramente que eres una persona desequilibrada, después de todo ¿qué más se podría esperar de quienes se juntan con una resentida que intenta a poner a todos en contra? —Su vista se enfocó en Marianne—. Así es, estuve investigando, sé que no tenías amigos en tu anterior escuela, por eso intentas dividirnos a todos aquí. Aprovechaste la falta de carácter de Belgina y el desequilibrio mental de la otra para ponerlas de tu lado, pero no te funcionará con nadie más, podemos ver claramente lo que pretendes.

El rostro de Marianne se contrajo en un gesto de perplejidad ante lo que estaba escuchando, su mandíbula se tensionó, movida por la rabia, pero cuando estuvo a punto de responderle, Lilith tomó la delantera.

—¡¿A quién le llamas desequilibrada mental?! —exclamó con el rostro encendido.

Belgina intentó hacer de mediadora y detenerla con el brazo libre, pero Lilith era tan brusca que al sacudirse terminó empujándola, cayendo sus lentes al suelo y ella sobre ellos. Marianne se inclinó para ayudarla y Lilith se llevó las manos a la boca al darse cuenta de lo que había hecho.

—¡Lo siento! ¡Yo no…! ¡No era mi intención!

Los lentes habían quedado aplastados bajo el brazo libre de Belgina y parte del cristal se le había incrustado en la piel.

—¿Ya ves, Belgina? —dijo Kristania, cruzando los brazos y esbozando una sonrisa de superioridad—. Eso te pasa por juntarte con gente de esa calaña.

Su séquito la secundó con unas risitas que calaron en la paciencia de Marianne. Les lanzó una mirada cargada de rabia y de repente las tres resbalaron como si se les moviera el piso, cayendo primero Kristania y las demás encima. Necesitó unos segundos para darse cuenta de que ella lo había provocado y, a pesar de tomarle por sorpresa al inicio, no pudo evitar un sentimiento de satisfacción al verlas en el suelo, quejándose de dolor.

—Vamos, tenemos que llevarla a la enfermería —aconsejó Marianne, sosteniendo a Belgina con ayuda de Lilith para sacarla de ahí. Necesitó algunos puntos en el antebrazo derecho, dejándoselo inutilizado por lo pronto. Ella se notaba tranquila a pesar de todo, pero Lilith no podía mirarla a los ojos sabiéndose responsable del percance—. ¿Vendrán por ti?

—Sí, mi madre mandará a uno de sus asistentes por mí. Al parecer no podré usar el brazo en lo que resta del día, y tendré que reemplazar mis lentes nuevamente —Lilith comenzó a soplarse la nariz, dándoles la espalda—… Tranquila, Lilith, no fue nada grave, para mañana podré volver a clases.

—¡Lo lamento, ella tiene razón, soy una desequilibrada! —exclamó ella con los ojos llorosos y la nariz enrojecida.

—Escúchame bien, no permitas que te afecte nada de lo que ella diga. Buscará la forma de molestarte e insistirá en ello, lo toma como una especie de entretenimiento —le aconsejó Marianne mientras ella gimoteaba—. No dejes que te provoque, eso es lo que ella pretende, no la dejes ganar. —Lilith se secó las lágrimas y sacudió la cabeza de forma afirmativa mientras Belgina miraba su reloj.

—Será mejor que regresen al recorrido, ya deben estar por venir a buscarme.

—¡Nos quedaremos contigo hasta que vengan por ti! —dijo Lilith, abrazándola sin medir sus fuerzas. Belgina tan sólo apretó la boca para no quejarse.

Cuando llegaron por ella y ambas chicas se quedaron finalmente solas, revisaron de nuevo el horario para saber a cuál club podían acudir a continuación. Decidieron regresar al gimnasio donde ahora estaba el equipo de lucha grecorromana y se quedaron en las gradas para meditar a solas, con las piernas recogidas y la mirada perdida.

Lilith se notaba deprimida y Marianne no sabía qué hacer para que dejara de pensar en el incidente, así que lo único que se le ocurrió fue distraerla con algo intrascendente, pero que estaba rondando su mente desde el día anterior.

—…Hey, ¿te acuerdas ayer cuando estabas dormida en el asiento? Intenté despertarte y cambiarte de lugar, pero seguías regresando al mismo.

—¿Ah, sí? Tengo el sueño muy pesado, no me acuerdo nada de lo que pasa.

—Bueno, pues cuando despertaste la primera vez, me miraste y dijiste algo que no entendí y luego te echaste a reír, fue muy extraño.

Lilith se enderezó de inmediato como si lo recordara de golpe y la señaló.

—¡Entonces eras tú, pensé que seguía dormida y estaba en medio de un sueño! —De repente se echó a reír ante la confusión de Marianne—… ¡Sí te pareces!

—¿De qué hablas?

—¡Nutella! ¡De ”Las chicas tartaletas”! ¡Eres igualita! —soltó ella entre su creciente ola de contagiosa risa.

—¡…No es cierto! —refutó ella al entender por fin la referencia. Era de la caricatura que su hermano solía ver en la tele, pero Lilith parecía bastante entretenida con aquel descubrimiento así que decidió dejarlo. Al menos había logrado su propósito de distraerla.

—¡Ah, mira, ya casi toca basquetbol! Deberíamos considerarlo —exclamó Lilith, señalando el horario y Marianne hizo una mueca al pensar en quién estaría ahí.

—Mejor no, ya vimos al equipo el otro día, son puros chicos, no habrá espacio para nosotras —pretextó ella, aunque Lilith se veía muy decidida.

—¡Pues formamos un equipo femenil! ¡Anda, vamos, siempre quise jugar basquetbol! —insistió Lilith, tomándola de la muñeca y tirando de ella. Cuando llegaron al auditorio, el equipo apenas iba entrando y ellas eran de las pocas personas en las gradas.

—¿No es genial? Quizá si lo sugerimos sí podríamos formar un equipo femenil —opinó Lilith muy animada ante la idea.

—Pues si tú lo dices.

—¡Hey! ¿Por qué no me dijiste que Demian está en el equipo? —preguntó de nuevo Lilith al verlo entrar con bastante prisa y Marianne dio un resoplido.

—No creí que fuera información importante.

—¡Hola, Demian! —lo saludó Lilith y él volteó sobresaltado, pero al ver que sólo se trataba de ellas y no de su acosadora personal, se relajó y devolvió el saludo para luego concentrarse en la práctica—. Pobrecito, debe vivir en un estado de constante terror de que se le aparezca la gárgola.

—Hay errores con los que se tiene que aprender a vivir —comentó Marianne, descansando la barbilla sobre las manos, y al dar un rápido vistazo hacia abajo, advirtió que Angie estaba sentada en la parte delantera de las gradas.

—Ella está en nuestro salón, ¿no? —preguntó Lilith.

—Sí, se llama Angie. Aunque es un misterio, siempre está desapareciéndose.

La chica de cabello frambuesa observaba atentamente la práctica.

—Uyy, esa mirada yo la reconozco —dijo Lilith después de un breve análisis.

—¿A qué te refieres?

—¿Ves esa mirada soñadora? ¡La chica está enamorada!

—¿De verdad lo crees?

—Oh, sí, lo podría asegurar —afirmó ella y ambas la observaron por unos minutos.

—¿…Quién crees que sea? —preguntó Marianne, sintiendo curiosidad.

—¿Te digo mis suposiciones o le preguntamos directamente?

—…Siento que sería algo invasivo preguntarle algo que no nos concierne.

—Pues entonces ésta es mi hipótesis —comenzó a exponer la rubia—: Obviamente se trata de uno de los integrantes del equipo, así que analicemos. De acuerdo a la dirección de su mirada, el sujeto en cuestión debe estar posicionado del lado izquierdo y a juzgar por los que se encuentran justamente de ese lado, yo diría que se debe tratar de Demian.

—¿Y todo eso lo deduces únicamente por la dirección de su mirada?

—No puedes discutir con los ojos, ellos te dicen todo lo que necesitas saber —expresó Lilith, encogiendo los hombros como si fuera ley.

—Pues si lo que dices es cierto, debió ser muy difícil para ella al enterarse sobre lo de él y Kristania —supuso Marianne, y en ese instante Lilith hizo un gesto extraño, una idea cruzando por su mente.

—¿Te imaginas cómo se pondría la gárgola si Angie comenzara a salir con él?

—No me quiero imaginar el acoso al que sometería a la pobre, pero sin duda le calaría y mucho.

Ambas se miraron como si estuvieran pensando en lo mismo y de repente sonrieron, tras lo cual bajaron las gradas hasta sentarse a los lados de la chica de cabello frambuesa. Angie salió de su ensimismamiento al notar que tenía compañía.

—Hola —dijo ella, tomada por sorpresa.

—¡Creo que no nos han presentado oficialmente! Mi nombre es Lilith, mucho gusto.

—…Igualmente —contestó ella, dándole la mano y tratando de dilucidar lo que había detrás de aquella repentina presentación.

—Me sorprende un poco verte aquí a solas. Pensé que te estarían arrastrando por todos lados ya sabes quiénes —comentó Marianne, alzando las cejas en un gesto de obviedad.

—Hay momentos en que necesito estar sola —explicó Angie, ofreciéndoles una sonrisa tímida y devolviendo la mirada hacia la cancha.

—Deberías animarte —dijo Lilith abiertamente y ella la miró con gesto confundido—. Ya sabes, decirle lo que sientes. O simplemente hablarle, hacerle plática. Sólo es cuestión de saber comportarse a la altura de la situación. No como la insistente y acosadora de…—Marianne de inmediato le tapó la boca para que dejara de hablar y Angie quedó acorralada entre las dos.

—Lo que ella intenta decir es que no dejes pasar una oportunidad para entablar una conversación con él.

La peliframbuesa permaneció con aquel gesto entre sorprendido y confuso, hasta que finalmente desvió la mirada y sus mejillas se encendieron.

—¿…Soy tan obvia?

—¡No tanto, pero a mí no se me escapa ninguna, tengo una especie de sexto sentido en estos asuntos! —añadió Lilith apenas lograba soltarse.

—Entonces es cierto. Bueno, no cuestionaré tus gustos, pues es algo muy subjetivo, pero imagino lo difícil que debe ser para ti, sobre todo admitirlo ante un par de entrometidas como nosotras. Disculpa de verdad si hemos cruzado alguna línea que no debíamos —comentó Marianne, avergonzada por haberle seguido la corriente a Lilith.

—No hay problema. Es… de cierta forma un alivio hablarlo finalmente con alguien.

—Somos todas oídos —aseguró Lilith, acomodándose frente a ella.

Angie dirigió una mirada hacia la cancha nuevamente y se mordió el labio.

—Bueno, supongo que es normal tener a alguien a quien se admira de lejos. A veces es preferible mantenerlo así, de forma enteramente platónica.

—¡Pero lo tienes tan cerca! ¿Para qué permanecer en el plano de lo platónico cuando puedes pasar a la acción? —reiteró Lilith, tomándola de los hombros y luchando contra sus deseos de darle una sacudida.

—No te puede decepcionar una fantasía —sostuvo Angie.

—No necesariamente tienes que ser directa como Lilith espera que lo sean todos —comentó Marianne, deteniendo a Lilith antes de otro de sus arranques impulsivos y que acabara desmembrándola de una sacudida—. Podrías ser simplemente su amiga, no creo que rechace tu amistad.

Angie permaneció pensativa ante aquella sugerencia.

—¡Una idea! Nosotras pensamos proponer un equipo femenil de basquetbol, ¿qué tal si te nos unes? Así tendrías algo en común con él —planteó Lilith de nueva cuenta.

—…Aunque quisiera no podría —aseguró Angie con un dejo de amargura, frotándose el brazo. Las dos la miraron sin entender por qué se negaba tanto.

—¡Mira! Ya acabaron la práctica, aprovecha para hablarle —sugirió Lilith, señalando hacia los muchachos que ya se habían dispersado.

—¿P-Pero qué le digo? —balbuceó, comenzando a ponerse nerviosa.

—Háblale de la idea del equipo femenil. Menciónalo como si nada, es buena excusa para sacarle conversación, ¡adelante! —la impulsó Lilith, dándole un empujoncito hacia el frente y ella comenzó a caminar con indecisión.

—Más le vale no contestarle de mala gana o hacer uno de sus actos de escapismo —masculló Marianne con ojo vigilante, viendo a Demian dirigirse a la banca más cercana en la misma línea de trayectoria que Angie llevaba.

En cuanto él alcanzó su bulto, sacó una botella de agua y una toalla. Ella le sonrió al igual que él, pero pasó de largo para sorpresa de las dos chicas, hasta llegar frente a otro muchacho que tenía sus pertenencias en el extremo opuesto

—Vaya que es infalible tu sexto sentido.

—¡Pero estaba en lo cierto que se trataba de alguien del equipo, ¿no?! —se justificó Lilith, viéndolo aún así como un triunfo de su parte.

Marianne únicamente meneó la cabeza, aunque tenía la sensación de que algo faltaba ahí, y no necesariamente se trataba de Belgina. Miró hacia la puerta por un momento, pensando qué podría ser, y entonces cayó en cuenta de que Kristania no se había aparecido a pesar de saber que Demian estaría ahí. Por un lado se obligó a pensar que le daba igual, pero por el otro no podía evitar sentir una pizca de curiosidad por su ausencia. ¿Qué podía ser tan importante como para no aparecer puntual a su acosamiento cotidiano? ¿Habría sido la caída demasiado para ella?

—¿No dijiste que no volverías a verme? Pensé que tendrías más palabra —expresó Demian tras tomarse de un trago la botella con agua, sacándola de su concentración.

—No te des tanta importancia, estoy aquí porque ella quería venir —le replicó, señalando a Lilith—. Si por mí fuera, evitaría los clubes en los que estás como la peste.

—¿Y cómo piensas hacer eso cuando nos unamos al club? —preguntó Lilith.

—¡No he dicho que esté de acuerdo en unirme! —espetó ella mientras Demian comenzaba a reírse.

—¿Un equipo femenil? Me gustaría ver eso, les deseo suerte.

—¿Estás burlándote? ¿Piensas que no seríamos capaces de formarlo aunque lo intentemos? —lo cuestionó Marianne a modo de reclamo.

—Sólo digo que me gustaría ver si lo lograrán. Hasta ahora no ha habido interesadas —replicó él sin borrar aquella sonrisa que ella no lograba detectar si era genuina o de burla.

—¡Pues tal vez lo hagamos! —afirmó ella con firmeza, sintiendo que ahora tenía algo que demostrar.

—¿Formaremos el equipo entonces? —preguntó Lilith con mirada anhelante.

Marianne dio un suspiro al darse cuenta de que ella misma había terminado de cavar su tumba al decir eso.

—¡Oigan todos! ¡Tengo ensayo esta tarde en mi casa! ¡Están invitados! —interrumpió el muchacho con el que Angie había estado hablando, alzando la voz para que lo escucharan todos. La respuesta del resto de sus compañeros no se hizo esperar y fueron chocando las palmas con él al dirigirse a la salida—. ¿Vienes, Demian?

—Gracias, pero tengo cosas que hacer saliendo de aquí —se excusó él, acomodando su bolsa de deporte.

—No hay problema, nos vemos luego —se despidió el muchacho que, acto seguido, le guiñó un ojo a Angie antes de marcharse de ahí. Ella regresó a las gradas luciendo una sonrisa radiante y una notable emoción que intentaba contener.

—¿Todo bien? —la recibió Lilith con una sonrisa pícara, moviendo las cejas.

—Tiene una banda, toca la guitarra. Me invitó a presenciar su ensayo de hoy —contó de la forma más mesurada que podía—. ¿Debería ir? ¿Me acompañarían?

—Pues si no nos lleva mucho tiempo…

—¡Claro que sí! —aceptó Lilith sin pensarlo demasiado, pero Angie cambió rápidamente de gesto.

—¡…Pero se me olvidó pedir su dirección! —exclamó con decepción.

—No te preocupes, ¿tienes lápiz y papel? —intervino Demian, acercándose con el bulto a cuestas y apuntando algo en una hoja—. Aquí tienes, incluí un bosquejo para que la encuentren con mayor facilidad.

—¡Muchas gracias, Demian! —expresó ella con una sonrisa agradecida.

—De nada, nos vemos luego —respondió él, dándole unas palmadas en la cabeza como si ya la conociera de antes y marchándose de ahí mientras las dos chicas la observaban de forma inquisitiva.

—Solía jugar con su hermana cuando éramos pequeñas hasta que ella se fue a estudiar al extranjero —explicó Angie al notar las expresiones de ambas.

—Ah, claro, todo tiene sentido ahora —murmuró Marianne. Con razón Kristania trataba siempre de mantener a Angie a su lado debido a su familiaridad con Demian. Sin duda era por conveniencia, y si la propia hermana estuviera ahí seguro se mantendría pegada a ella en todo momento.

—Sé cómo llegar, la calle no está muy lejos de mi casa —aseguró Lilith, mirando el papel con la dirección y el bosquejo—. ¿Nos vamos?

Angie asintió con visible entusiasmo.

Al llegar a su destino, el jardín estaba ocupado por un número considerable de muchachos que iban y venían, devorando todo lo que había en una mesa colocada al frente, mientras que en el porche estaban aquel chico y sus compañeros de banda ajustando sus instrumentos.

—Es mucha gente —comentó Marianne, sintiéndose repelida de inmediato por la multitud. Comenzaba a sentir deseos de abandonar el sitio mientras aún tenía oportunidad.

No lo hagas, tienes que quedarte —le pidió Samael y con eso ella entendió que el peligro acechaba a alguien presente entre el gentío.

Así que se introdujeron en el jardín, y por más que ella deseaba mantenerse alejada de las aglomeraciones, terminaron instaladas junto a la mesa de aperitivos que Lilith se estaba encargando de vaciar.

—A ver a qué hora empiezan a tocar, que los demás no tardarán en amotinarse cuando descubran que se han acabado los bocadillos —señaló Marianne, cuidando de no dejar las manos en la mesa por temor a que Lilith confundiera sus dedos con salchichas cocteleras.

—Aldric ya conectó su guitarra, significa que deben estar por comenzar —dijo Angie sin despegar la vista del porche. Se veía tan feliz que Marianne prefirió no arruinar el momento con algún comentario mordaz como solía hacer, hasta que fue la propia Angie quien volvió a hablar—. Gracias por acompañarme, su apoyo significa mucho para mí.

—¿De verdad nunca lo hablaste con nadie? Pensé que eras amiga de Kristania…

—No tienes idea de lo que significaría revelarle a ella algo personal.

—…Bueno, pues ten por seguro que de nosotras no saldrá una sola palabra —prometió ella y entonces recordó las pastillas que se le habían caído el día anterior, pero no sabía cómo abordar el tema. Revisó en su bolsillo y aún conservaba la tira, así que estuvo pasándola entre sus dedos hasta que decidió simplemente entregársela—. Por cierto… creo que esto es tuyo, se te cayó ayer.

Angie observó la tira con sorpresa y enseguida la tomó con sigilo, esperando que nadie lo hubiera visto.

—… Gracias. ¿Se lo mostraste a alguien más?

Marianne negó con la cabeza y eso pareció tranquilizarla, aunque tampoco aparentaba tener la intención de explicar la función de las pastillas, así que había decidido preguntarle ella misma, pero el chirriante ruido del amplificador se lo impidió.

—¡Hola, a todos! Gracias por venir a nuestro ensayo. Nuestra banda se llama “Ripperton” y esperamos que les guste nuestra música —anunció el vocalista mientras todos se reunían frente al porche para escucharlos, incluso Lilith había dejado de lado los bocadillos para prestar atención a la banda.

—¿Me perdí de algo? —preguntó ella, relamiéndose los dedos, y en ese instante el baterista dio el ritmo con las baquetas y comenzaron a tocar.

¿Estás seguro que ocurrirá algo? Aún no entiendo cómo funcionan tus presentimientos.

—¿He fallado alguna vez?

Ella no podía refutarlo, así que sólo le quedaba esperar, mientras se refugiaba junto a la mesa con las manos cubriendo con fuerza sus oídos. ¿Quién sería la víctima en esa ocasión? Igual podría ser un ataque multitudinario, como había ocurrido en la corte.

—¡¿Crees que necesiten una vocalista?! ¡Consígueme una audición, Angie! —gritó Lilith para que la escuchara, pero ella miraba atentamente hacia la banda, no quería perderse ningún detalle y menos aún cuando Aldric, el muchacho que le gustaba, tuvo un solo de guitarra. Marianne decidió aprovechar para decirle algo a Lilith en el oído.

—Será mejor que estés lista por cualquier problema que se presente, y con eso me refiero a algo como lo de ayer —le advirtió, consiguiendo que ella asintiera y se comportara con más prudencia ante la noción de que algo ocurriría.

De esa forma había dos ojos avizores vigilando el sitio ante cualquier eventualidad. Cualquier movimiento sospechoso las ponía sobre alerta, pero regresaban a su posición al verificar que no se trataba de nada. La situación comenzaba a desesperarlas hasta que el ensayo terminó y los chicos agradecieron la presencia de todos para comenzar a desconectar sus instrumentos. Nada había ocurrido.

—Falsa alarma, ¿no? —comentó Lilith, dándole unas palmaditas a Marianne en la espalda mientras tomaba más botanas de la mesa. Marianne se notaba decepcionada.

—¿Creen que deba ir a felicitarlo? —preguntó Angie, frotándose nerviosa el brazo.

—¡Adelante! Podrías arrepentirte de no hacerlo —aconsejó Lilith con una tostada en la boca. Angie se dirigió decidida hacia el porche donde los chicos guardaban ahora sus instrumentos—. Bueno, no hubo ataque como dijiste, pero no puedes negar que al menos para ella fue de provecho venir hasta aquí.

Marianne continuaba con aquel gesto de frustración, preguntándose cómo podía Samael haberse equivocado, y entonces vieron a Angie pararse en seco. A unos metros frente a ella estaba el muchacho que le gustaba besando a alguien más.

—…Oh, no, eso no es nada bueno.

Ella se giró y comenzó a alejarse, caminando hacia el otro extremo, pero a cada paso parecía ir quebrándose hasta dar vuelta a la casa. Las dos chicas la siguieron, encontrándola echa un ovillo contra la pared con la mano en el pecho. La tira de pastillas estaba en el piso. Medio vacía.

—¡Angie, ¿qué hiciste?! ¡No debiste, no vale la pena! —exclamó Marianne, sacudiéndola preocupada al ver la tira vacía, pensando lo peor. Lilith le echó un vistazo también y luego trató de detenerla—. ¡¿Qué haces?! ¿No ves que ella…?

—Es lanoxin —le susurró Lilith, aunque ella no entendía lo que quería decir—. Son pastillas para el corazón. Las toman quienes sufren de alguna afección cardíaca.

Marianne permaneció en pausa por un momento hasta que empezó a caer en cuenta de varios detalles, el secretismo de Angie y sus desapariciones constantes, su negativa para entrar al equipo y sobre todo esa visita al hospital, específicamente al área de cardiología. Había hecho todo lo posible para que nadie se enterara.

La observó encogida, con la mano en el pecho y jadeante, luchando por respirar. Se inclinó para tomarla del hombro y ella la detuvo de la muñeca, mirándola con los ojos rojos y el rostro sudoroso. Su mano estaba fría.

—…Estaré bien —expresó ella entre estertores. Un estremecimiento recorrió su piel desde la muñeca de donde la sujetaba.

—…Cordis —pronunció Samael—. Tienes que decirle, ella es…

Marianne de inmediato reaccionó desfavorablemente al escuchar esas palabras. Se soltó y miró a la chica, con las extremidades rígidas y el pecho fluctuando de forma agitada.

¿No te das cuenta de su condición? ¡Su corazón no podría soportarlo!

—Yo no decido quiénes son elegidos, ya te había dicho, simplemente están predestinados.

Pero si ella es… si es así, de todas formas no podrá…

Unos gritos la sacaron de su concentración y Lilith se asomó en el borde de la casa. Umber había atacado a la banda completa y los muchachos que habían asistido al ensayo corrían en todas direcciones para huir de ahí o cubrirse de las embestidas de Ashelow.

—¡Son esos sujetos! ¡Están atacando a todos! —dijo Lilith, esperando indicaciones.

—¿A quiénes… están… atacando? —balbuceó Angie, tratando de ponerse en pie. Marianne de inmediato la sostuvo, temiendo que se lastimara.

—¡¿Puedes adelantarte?! —preguntó en dirección a Lilith y ella asintió decidida, su cuerpo cubriéndose por la armadura ante la mirada sorprendida de Angie, y tras hacer un ademán, se dirigió hacia el frente de la casa.

—Así que ella es… —musitó Angie, pero otro espasmo en el pecho la silenció.

—Calma, Angie, por favor —suplicó Marianne sin saber qué hacer—. ¿Cómo esperas que pueda hacer algo? ¡Apenas y logra mantenerse en pie!

—Confía en mí, una vez que desate su verdadero ser, su problema pasará a segundo plano —insistió Samael, pero Marianne seguía sin estar convencida.

—¿Qué esperas? También lo eres, ¿no? —dijo Angie, tomándola desprevenida.

—¿…Tú sabías?

Ella se apoyó en la pared con la espalda arqueada hacia adelante mientras asentía con la cabeza.

—Empecé a sospechar… desde el día que hubo problemas en el club de esgrima… pero guardé el secreto… Es lo que mejor sé hacer —confesó Angie a cada jadeo que daba y alzó la vista, buscando sus ojos—… Hazlo. —Marianne permaneció con semblante perplejo, y sin decir palabra alguna permitió que la armadura la cubriera ante ella, que esbozó una media sonrisa—. Es cierto entonces. ¿Belgina también…?

—Sí, pero no puede venir en las condiciones que está en este momento —admitió ella, aunque todavía luchaba con el dilema de decirle o no. Los gritos tan cercanos la obligaron a tomar pronto una determinación—. Escucha, Angie, pensarás que es una locura, ¡pero tú también eres como nosotras! —Las cejas de la chica se curvaron con escepticismo, sintiendo aún la opresión en su pecho—. ¡Lo sé! ¡Debe ser difícil para ti aceptarlo, pero a pesar del dolor que estás sintiendo, hay algo dentro de ti que está más allá de eso, sólo tienes que descubrirlo! ¡Hazlo y el dolor desaparecerá!

No sabía por qué había dicho esto último; le remordía prometer algo de lo que no estaba convencida, y la mirada de esperanza de Angie no hizo más que aumentar su sentimiento de culpa.

—Lo quiero… No hay nada que desee más —expresó ella, presionando con fuerza su pecho. Pero a pesar de lo que le había dicho, el dolor no hizo más que aumentar al igual que sus palpitaciones, al punto que sólo podía escuchar sus latidos ahora.

Debió caer al suelo pues vio que Marianne movía la boca, pero no lograba percibir un solo sonido de ella, y poco a poco su visión comenzó a cerrarse. El dolor que sentía era tan intenso que pensó que su final había llegado, cuando entre sus fuertes latidos se infiltró una sensación anestésica que le resultaba familiar, como si de pronto éste ya no importara. Todos sus sentidos y su metabolismo se aceleraron hasta llegar a sentirse ligera. Su vista volvió a aclararse y alcanzó a ver nuevamente a Marianne frente a ella, su boca seguía en movimiento, y de un segundo a otro logró escuchar por fin lo que decía.

—¡Responde, por favor! ¡Reacciona! —suplicaba Marianne y ella por fin comenzó a incorporarse para su alivio—. ¡Eso es! ¡Ahora mira bien, lo lograste!

—¿…Lo logré? —repitió ella sin entender, y al mirar sus brazos, notó que estaban cubiertos por una armadura retráctil. Tenía un tono rosa marmoleado. Se llevó las manos a la cabeza con urgencia y pudo sentir que también la tenía recubierta de aquel material. Acto seguido posó una mano sobre su pecho y podía sentir a través de la armadura la vibración que emitían las palpitaciones de su corazón. En condiciones normales sabía que eso podía ser peligroso para ella, pero en esos momentos era como si su cuerpo se hubiera desconectado de sus funciones vitales y sólo quedaban las básicas. Podía moverse y pensar con claridad, que era lo que importaba—… ¿Qué hay que hacer ahora?

Lilith no se daba abasto para luchar contra Ashelow mientras Umber les arrancaba los dones uno por uno a los miembros de la banda. Por más que atacaba con fuego, las fibras del traje del espectro volvían a cubrirlo y ella terminaba agotada. No sabía cuánto tiempo más resistiría.

—¡Cúbreme! —le pidió Marianne, aproximándose a toda prisa, empuñando su espada con la mira puesta en Umber.

Lilith tuvo que hacer un esfuerzo mayor para desviar la atención del otro espectro mientras Marianne llegaba al sitio donde Umber tomaba el don del último chico de la banda, Aldric.

Blandió la espada con la firme intención de cortarle alguna extremidad, aun si luego le crecía de nuevo, pero él detuvo la hoja con apenas un movimiento y la empujó con fuerza hacia el suelo, colocándole el pie encima para inmovilizarla.

—Veo que tienen una nueva compañera, pero hace falta más que unos trucos incendiarios para derrotarnos. —Marianne trató de incorporarse, pero el peso que ejercía el pie de Umber se lo impedía. Él trató de introducir la esfera en el contenedor, pero éste lo rechazó al instante y el don cayó apagado junto con los otros—…Inútil. Tendré que empezar a tomar medidas drásticas.

Devolvió la mirada hacia Marianne y tras encoger brevemente el pie para tomar impulso, lo estiró nuevamente, arrojándola hacia Lilith, colisionando con ella a la vez que Ashelow se apartaba.

—¡Asegúrate de que mueran esta vez o de lo contrario…!

Él desapareció, dejando a Ashelow a cargo, y éste se giró hacia las dos chicas, que se lanzaron miradas cómplices hasta que él se dispuso a retomar lo que su amo había dejado inconcluso, aunque Marianne se le adelantó.

—¡…Ahora!

Ashelow no alcanzó a reaccionar a tiempo cuando alguien lo tacleó por detrás. Ambas aprovecharon para rodearlo y Marianne colocó la espada a unos centímetros de su cuello.

—¿Lo hice bien? —preguntó Angie, uniéndose a ellas.

—¡No pudiste hacerlo mejor! —afirmó Marianne, manteniendo la espada rígida.

—¡¿Eres tú?! ¡Excelente! —exclamó Lilith, dándole unas palmadas a Angie.

—… Otra Angel Warrior —farfulló Ashelow. Los músculos de todo su cuerpo se tensionaron y sus facciones se contrajeron—…No puedo permitirlo. ¡No otra más!

Su colapso las tomó por sorpresa y con aquel estallido las arrojó, haciendo crecer unas garras que sujetaron con fuerza los brazos de Marianne. La espada alcanzó a cortarle la piel a un lado del rostro, pero eso no pareció importarle. La mantuvo sujeta con tanta fuerza que su armadura comenzó a ceder y resquebrajarse, incrustando sus garras a través de las grietas de la coraza.

—¡No puedo permitir que haya más! ¡No pienso seguir pagando por eso!

Su mirada convulsa desconcertó a Marianne. Y lo que más llamaba su atención era que el corte en su rostro no parecía cerrarse a pesar de que Umber estaba regenerándose todo el tiempo.

—¡Suéltala!

Lilith hizo el intento de provocarlo, lanzándole bolas de fuego a la espalda, pero no sólo no la soltaba, sino que parte de las llamas también alcanzaban a Marianne. Las fibras que cubrían la espalda del demonio cobraron vida entonces y detuvieron a Lilith, quedando solamente Angie libre.

Ésta no sabía qué hacer. Percibía las fuertes palpitaciones en su pecho que deberían  ser motivo de suplicio para ella, y sin embargo sólo la mantenían con la adrenalina al tope. De repente sintió un impulso que la obligó a irse sobre él, y a pesar de que aquellos filamentos la detenían, alcanzó a tomarlo del rostro, sujetándolo desde atrás con firmeza.

Él se detuvo súbitamente. La tensión en su cuerpo comenzó a disminuir a la vez que sus garras se retraían. Sus ojos se abrieron en toda su amplitud con las pupilas dilatadas, permitiéndole a Marianne apartarse, sosteniendo su espada a pesar del dolor en los brazos. Las sirenas de las patrullas se escuchaban muy cercanas, así que debía acabar pronto con él para que pudieran marcharse antes de su llegada. Hizo un gran esfuerzo por levantar la espada en esas condiciones, y cuando se disponía a clavársela en el pecho, notó que sus ojos se habían llenado de unas lágrimas oscuras con la mirada perdida y expresión torturada que hacía evidente que algo estaba ocurriendo dentro de él, algo que Angie había desatado con ese toque. Aquella realización la detuvo en seco.

—¡Rápido, la policía ya debe estar por llegar! —la incitó Lilith, pero ella bajó la espada y apartó a Angie de él.

Apenas lo soltó, Ashelow cayó de rodillas, clavando las manos en la superficie del terreno, con la respiración agitada como si hubiera visto algo que lo había conmocionado. Marianne se paró frente a él, que alzó sus ojos plateados y vio el extremo de la espada apuntándolo a la cara.

—…Vete antes de que me arrepienta —le advirtió con expresión seria.

Él la miró con desconcierto, y a pesar de que parecía querer decir algo, acabó desapareciendo de ahí. Marianne se dejó caer entonces sobre el pasto, exhausta y con los brazos adoloridos. La espada se desvaneció, absorbida por su mano derecha. Lilith parecía contrariada, pero las sirenas se escuchaban tan cerca que sólo se le ocurrió levantarla.

—Rápido, tenemos que acercarla a los chicos para que les devuelva los dones —indicó Lilith, haciéndole una seña a Angie para que entre las dos la llevaran hasta el porche.

Marianne se apresuró a regresar las esferas a sus cuerpos y a duras penas alcanzaron a marcharse de ahí justo cuando los oficiales hacían su entrada. Se refugiaron en un callejón a un par de manzanas de distancia y terminaron sentadas en el suelo, tratando de recuperar el aliento.

—¿Se puede saber por qué no lo hiciste? ¡Lo tenías ahí enfrente! ¡Pudiste haberlo matado! —reclamó Lilith, pero Marianne sólo meneaba la cabeza.

—No sé, simplemente… sentí lástima por él. Parecía estar sufriendo —respondió ella y Lilith chasqueó la lengua con desaprobación, pero no dijo nada más hasta que terminó dando un resoplido.

—Tendremos que hacer algo con tus brazos, ¿puedes moverlos? —Marianne hizo un movimiento lento. Era lacerante, pero al menos parecía no tener daños musculares—. Puedo ayudarte con la curación, nadie tendrá que saberlo.

—Hora de abandonar armaduras entonces. Recuerden concentrarse en que ya no hay peligro. ¿Entiendes, Angie? Sólo debes relajarte —le explicó Marianne y ella asintió. Apenas se retrajeron las corazas, observó sus brazos con las marcas de garras, y aunque no sangraba en abundancia, las heridas se veían profundas.

—Esperemos que con unas puntadas baste —expresó Lilith y en eso escucharon los jadeos de Angie. Apenas se deshizo de la armadura volvieron sus palpitaciones y se encorvaba del dolor, de modo que entre las dos la ayudaron a tomarse sus pastillas y permanecieron a su lado hasta que sus signos se normalizaron.

De regreso en casa, después de la dolorosa curación a la que Lilith la había sometido, Marianne se recostó con cuidado en la cama para descansar sus brazos.

—¿Te duele? —preguntó Samael.

—¿Tú qué crees? —replicó ella, alzando ligeramente sus mangas para mirar las vendas.

—Sabes que puedo ayudarte con eso. Coloca las manos en ambas heridas.

Ella dio un suspiro y posó las manos de forma cruzada sobre las lesiones.

Sintió el calor que manaba de ellas y tras unos segundos se quitó las vendas para verificar que las heridas habían cerrado. Todavía le quedaban unas ligeras marcas y los puntos, pero al menos ya no sentía dolor y podía volver a mover los brazos libremente.

—¿Habrá alguna forma de que puedas hacer lo mismo con Belgina?

—Lo siento, por lo pronto sólo funciona contigo —respondió él, aunque ella parecía meditar en otro tema—… ¿Por qué sigues pensando en la reacción de ese demonio?

—¡No lo sé! Ni siquiera sé qué fue lo que Angie le hizo. Era como si… algo lo atormentara. Incluso su expresión parecía… —Meneó la cabeza, tratando de alejar aquella idea de su mente—. Los demonios no tienen sentimientos. No los tienen… ¿cierto?

—Es la concepción general que se tiene de ellos.

—Ésa no es una respuesta concreta.

—Eso es porque no tengo una. Quisiera saber todas las respuestas a tus preguntas, pero no es así. Mi conocimiento se limita a lo que tiene que ver con los Angel Warriors y un panorama general de la Legión de la Oscuridad. Más allá de eso no puedo estar seguro.

—…Dejémoslo así mejor, no quiero seguir pensando en eso —pidió ella, reacomodándose y cerrando los ojos.

Debió quedarse dormida al instante pues cuando volvió a abrirlos ya había amanecido. Se frotó los ojos y se dispuso a prepararse para la escuela de forma automática. Al bajar las escaleras, escuchó que su madre le decía algo desde la cocina, pero no prestó atención. Alguien tocaba a la puerta, y como no había nadie más cerca, decidió abrirla.

Pero resultó un error, pues al ver a quién tenía enfrente sintió que todo se había acabado.

…Había sido descubierta.


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